El próximo miércoles se deberá suministrar la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus a los médicos y enfermeras que recibieron la primera el 21 de enero y, como establece la norma determinada por los científicos, tan pronto como transcurran 21 días de su inoculación, tendrán que someterse a igual medicación los pocos profesionales que ya participaron en dicho proceso preventivo en su fase inicial.
Varias autoridades han suministrado diversas informaciones sobre el número de vacunas adquiridas y la fecha de llegada, para la atención preferente a los demás galenos y policías que están en contacto con personas contagiadas, hombres y mujeres de la tercera edad y, finalmente, al ciudadano común, pero poco o nada se ha cumplido, lo cual se justifica por la tenaz demanda de muchos países a las farmacéuticas. Sólo para América Latina se requieren 500 millones de unidades.
Una información oficial reciente señala que hasta marzo deberán llegar a Ecuador 86 mil de los 18 millones de dosis que se consideran como meta para inmunizar a nueve millones de personas el presente año.
Dos mil profesionales, entre médicos y enfermeras, han sido capacitados en nuestro país para la aplicación de esta vacuna, que requiere tratamiento especial y que, pese al reducido número que se ha manejado ya ha provocado problemas, inclusive el pedido de la tan desprestigiada Asamblea Nacional al Presidente de la República de que destituya al Ministro de Salud, por el “grave delito” de permitir que vacunen ya a su madre, una anciana de 87 años, entre otras personas que no son profesionales de salud de primera línea en la lucha hospitalaria contra el covid.
Según información oficial, en el transcurso del mes de enero se ha duplicado el número de contagios en relación con los dos meses anteriores, especialmente en la provincia de Pichincha, que concentra el 35% de todo el país, fruto del incumplimiento de las medidas de bioseguridad indispensables para frenar la propagación del virus aunque también incide, en parte, que aquí se realiza un mayor número de pruebas, pero lo cierto es que las casas de salud de esta capital están repletas y se ha duplicado el número de fallecimientos, entre los que esta vez ha crecido el porcentaje de jóvenes.
De ahí que aunque sea repetitivo, hay que insistir en el pedido a jóvenes y adultos, sin excepción, que protejan su vida y la de sus seres queridos, y cumplan las normas determinadas por las autoridades de salud, que, en realidad son sencillas, básicamente el uso de mascarilla, el aseo de las manos y evitar las aglomeraciones y, al mismo tiempo, cooperar a fin de que se sumen a estas medidas de precaución familiares, vecinos, compañeros de trabajo y de estudios, etc. y, desde luego, las autoridades correspondientes tienen que ser inflexibles y sancionar sin contemplaciones a los irresponsables que incumplan tan elementales pautas.