El símil, la ironía o la broma es usual en el léxico político de Estados Unidos –lame duck- cuando un gobernante o su partido transitan los tiempos finales para los que fue o fueron elegidos. De esa experiencia, algunos análisis señalan características que suelen darse cuando se hace notorio el rengueo.
En primer lugar, cuando existe un límite legal que prohíbe al funcionario presentarse para ser elegido nuevamente para su cargo. Un segundo caso para que el pato averiado continúe su despedida es que el mismo bípedo decida no competir. Otro caso, que no se descarta cuando existen las vías constitucionales adecuadas, es que el pato compita y pierda la reelección, sea en el campo jurídico constitucional o político electoral.
En el Ecuador estas posibilidades son de difícil pronóstico. Jurídicamente, la situación está ganada con el sofisma de que la reelección indefinida es una enmienda y no una reforma constitucional. Al respecto, los miembros de la Asamblea y los de la Corte Constitucional fueron alquimistas de alma y corazón.
Sin embargo, en el plano político la situación es cada vez más difícil. La manada de aves vuela descontrolada sobre el lago y en el pato aumentan las dificultades de movilización. El descenso de los precios del petróleo causa efectos directos y colaterales en el gasto público. Súmese como agravante el endeudamiento externo y la creciente actitud cicatera de China. Estos costos los sufre un modelo intensivo y expansivo, sin reservas financieras reales y con una imposible reducción del gasto a escala adecuada por la fuerza política del empleo público. Por lo tanto, a este sector hay que pagarle hasta con papeles bono o procedimientos electrónicos antes que ensanchen las filas del desempleo y aumente el caudal de las marchas de oposición.
El régimen cuenta con una oposición que sigue los códigos marcados por estrategias simultáneas en diversas direcciones por lo que, al ingresar al agua, parecen tiernas y alborotadas crías frente al graznar de un pato que cojea, pero sigue adelante en su ruta hacia el olvido.
En estas circunstancias es necesario evaluar dos situaciones que permitan hacer una apreciación más cercana a los hechos. En primer lugar, considerar el efecto práctico que cause la sustitución del Canciller por el Embajador ante las Naciones Unidas en un juego de cambios temporales que evidencian la falta de un equipo de confianza en la primera línea. El segundo caso lo constituye la convocatoria a un paro nacional, la magnitud que alcance y la resistencia que tenga la dirección del movimiento frente al ‘hombre del maletín”’o cualquiera nueva versión de “la última tentación de Cristo”.
Ante el inminente cruce de la crisis económica y la inestabilidad política, se impone un acuerdo razonable para que las circunstancias se mantengan pero con un paso adelante. Un statu quo que asegure una línea en la que no haya tentativas de desestabilización, pero tampoco reelección indefinida ni inmediata.