Algunos sectores de la opinión pública aseguran que el Régimen está dando un giro hacia el centro del espectro político. Afirman que el Ejecutivo nunca ha simpatizado por completo con el modelo venezolano o cubano sino que, por el contrario, entiende perfectamente los problemas económicos y sociales -escasez, inflación, pobreza, violencia- que provocan el autoritarismo.
Aquellos sectores de la opinión pública creen que la actual Administración desea evitar aquellas distorsiones y que, por esa razón, ha decidido moderar su posición frente al sector productivo privado y la inversión extranjera.
Estos sectores prevén que el Gobierno tomará una deriva políticamente más moderada y económicamente más pragmática a fin de crear un ambiente propicio para la formación de empleo e ingresos para los estratos económicos medios y bajos del país. En una palabra, abrigan la esperanza de que el Régimen actual deje su carácter chavecista y comience a gobernar como los socialismos modernos de Lula y Bachelet.
Sería alentador que aquello ocurriera, pero ¿qué tan probable es eso? Poco probable, en mi opinión. Después de más de tres años de gobierno, creo que es razonable afirmar que la agenda principal del presidente Correa es sumamente pragmática: quiere estacionarse un largo tiempo en el poder. Probablemente está convencido de que tiene razones legítimas para buscar aquello y que, si lo logra, será bueno para el país.
El problema de privilegiar la permanencia en el poder por encima de cualquier otro objetivo es que el gobernante se volverá irremediablemente autoritario y, por eso mismo, más propenso al error. El manejo económico; el tratamiento de lo social; las políticas culturales y deportivas; el manejo de la educación; las relaciones internacionales; todo -absolutamente todo- estará condicionado por el objetivo supremo de aferrarse al poder.
Como resultado, habrá mucha inconsistencia técnica en el manejo de los problemas del país y se producirán esos cambios repentinos de parecer que se ha visto en el presidente Correa. (En La Habana elogió al socialismo cubano y ahora en Seúl acaba de exaltar los méritos de Corea del Sur, una estrella del mundo capitalista. En sus sabatinas habla con virulencia sobre patria y revolución y en las universidades extranjeras es un ejemplo de corrección política).
Si el precio del crudo volviera a 80 ó 120 dólares por barril, el talante autoritario del Régimen se acentuaría. Si bajara a 30 dólares el Gobierno sería el primero en proponer una concertación. Eso sucede cuando el único objetivo es permanecer en el poder. Correa no es claramente de izquierdas o derechas; tampoco claramente demócrata ni dictador. Correa es correísta.