El Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana realiza desde hace 11 años un seguimiento periódico a los temas relacionados con la seguridad ciudadana. El informe correspondiente al período comprendido entre enero y septiembre de este año 2014 da cuenta que del número de homicidios reportados, que son 125, el 42% se originó por violencia en temas de convivencia humana. Es decir, que riñas, venganza, violencia familiar y relaciones sentimentales originaron la muerte de 52 personas. Más que la criminalidad. Los datos del 2012 ya fueron angustiosos. El 40% de los homicidios se originaba en riñas y venganzas, en violencia social y no delincuencial. Seis de cada 10 mujeres eran violentadas de alguna manera. Nueve de cada 10 mujeres eran objeto de acoso y violencia en el transporte público. Esta situación es de alerta roja, en cualquier parte.
Quito es, según información de Lautaro Ojeda, experto de la más alta calificación, la segunda ciudad más intolerante de América Latina. El origen de los homicidios revela un deterioro alarmante de la convivencia social. Cada vez hay menos cordialidad y tolerancia. Cada vez hay menos buen humor. Todos se crispan.No es, por lo mismo, cuestión de montos de inversión o equipamiento. No es cuestión de represión. No es cuestión de invertir muchos millones de dólares en dotar de infraestructura física a la administración de justicia, a cuya negligencia se atribuye la impunidad, una de los causas mayores del incremento de los delitos, y que al 2012 era del 90% a escala nacional y el 82% en el caso de Quito.
Si en Quito se registra como origen del 42% de los homicidios los cometidos por las riñas y la venganza, es que el cuerpo social está dañado. Y que es impostergable emprender en una acción mancomunada para restaurarlo. Con educación, con solidaridad, con ciudadanía. Con liderazgo apartado de las consignas políticas y el partidismo.
Si no se lo hace, y ya, las consecuencias serán insuperables.
Quito no era así y cada vez se daña más. Cada vez la gente es más irascible y se enfrenta al vecino con agresividad por cualquier cosa. En las calles, desde los vehículos, en el deporte, en la relación diaria, con las reacciones más desproporcionadas, como las que relata EL COMERCIO, en su edición del miércoles.
Es, también, indispensable la continuidad de las políticas públicas. Alguna vez debe hacerse conciencia de lo pernicioso del complejo refundacional que imponen las autoridades cada vez que llegan al poder en prácticamente todos los campos, con lo que se acaba con todo lo que se adelantó: el borra y va de nuevo, mesiánico.
Es posible que con menos discurso agresivo y descalificador, en el que cada vez más actores se empeñan y contagian, los ciudadanos se tranquilicen, tengan convivencia ciudadana, formen ciudadanía. Y se agredan y maten menos.
Columnista Invitado