Leí en El País la inquietante solicitud de la vicepresidenta del Gobierno español, Carmen Calvo, a la Real Academia Española, de “adecuar la Constitución a un lenguaje que incluya a las mujeres”… Inmediatamente envié una carta al director de la RAE, Darío Villanueva. Aquí lo esencial de ella:
“Querido amigo:
He leído, no sin sorpresa, la petición de la vicepresidenta del actual Gobierno de España, de que la RAE apruebe cambiar el texto de la Constitución Española para usar en él ‘un lenguaje inclusivo’.
Lamentamos el empedramiento de la lengua que los ‘los/las’, ‘niños/niñas’, y similares añadidos ‘inclusivos’ provocan en la lectura de párrafos torpemente escritos. Las razones que esgrimió el académico don Ignacio Bosque en su ensayo titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, aprobado por la mayoría de los académicos españoles, sustentan plenamente la decisión de la RAE y la de las academias americanas, de no tomar decisión alguna en pro de esta mal considerada ‘inclusión de lo femenino’, que existe ya en cada forma de plural, como ‘abogados’, ‘artistas’ y tantas que no son masculinas ni femeninas, sino ‘de género no marcado’, como lo sostienen lingüistas de España y América.
Sería penosísimo que la RAE apoyara esos ‘cambios’ inútiles en el texto de la Constitución Española. No aceptamos que se hable de ‘palabras o formas inclusivas’, porque tal ‘cambio’ es innecesario. Resultaría trágico para la unidad y belleza del español, el ejemplo de falta de firmeza de la RAE si aprobara tan torpe, populista y demagógica presunción”. […]
Casi inmediatamente, leí la negativa de la RAE a esa torpe solicitud y recibí del académico Fabián Corral la sugerencia de que leyera la noticia mencionada; como respuesta, le remití la carta que he resumido.
Aquí, su contestación:
“Apreciada Susana:
Gracias por su pronta respuesta, y por la copia de la carta que me parece clara, oportuna y necesaria.
Concuerdo con usted en que sería desastroso que se inaugure este populismo lingüístico, que acabará complicando innecesariamente el idioma, quitándole la belleza, precisión y sabiduría que le caracteriza; por algo es el idioma de El Quijote, y por algo dijo Ortega y Gasset que la claridad y la precisión son las cortesías del filósofo.
Los abogados sufrimos cada día el tormento de leer las leyes, códigos y más documentos que emite el poder, con el estilo machacón e insufrible de “los” y “las”, que se inauguró con la Constitución de Montecristi, que hacen de cada artículo un párrafo ilegible, penosamente redactado y pobrísimo. Compare usted el Código Civil escrito por don Andrés Bello y los textos actuales. Las conclusiones son obvias: están arruinando el idioma. Ya arruinaron la legalidad y la ética pública, y ahora vamos con la palabra y el sentido común”. ¡Que nuestra deleznable Constitución vea la luz de una redacción sin populismo!