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Un país necesita confianza y paz para trabajar y producir más. Los rumores, que no deben ser admitidos, se producen cuando hay incertidumbres y dudas en lugar de certezas, inseguridad ciudadana y jurídica y atropellos contra la Constitución y las leyes, en lugar de respeto al ordenamiento jurídico, con malos ejemplos desde el poder.
No necesita de insultos y muestras de intemperancia, que unos pero cada vez menos obnubilados aplauden, sino de tolerancia, diálogo, sensatez, paciencia, más aun si se consideran cristianos. ¿Qué le van a enseñar al papa Francisco cuando venga en julio, que hay “tantos malos ecuatorianos que quieren desestabilizar a un gobierno abierto, tolerante, respetuoso de los que piensan diferente” y tratar de justificar las amenazas y la calificación de enemigos?
Lo malo es que todo se quiere imponer con propaganda oficial, que destruye en lugar de construir un país que en época de crisis debería ser convocado a la unidad nacional, a deponer actitudes y desarmar las conciencias. Según decía ese luchador de la causa antiesclavista del siglo XIX, Abraham Lincoln, se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
Debido a la crisis económica, en parte por efectos externos y la caída del precio del petróleo pero también por el enorme gasto público y los excesos burocráticos, debería abrirse un camino en la búsqueda de consensos y no las imposiciones. Se aprueba la reforma laboral y al seguro social sin que se haya producido un diálogo tripartito permanente con todos los sectores involucrados: empleadores, trabajadores y gobierno y no solo con los afines al régimen. Una muestra: no han querido hacer funcionar durante años el Consejo Nacional del Trabajo.
La Constitución consagra los derechos de participación en todos los asuntos de interés público, a ser consultados antes de la adopción de una medida legislativa que pueda afectar cualquiera de los derechos colectivos, entre tantas disposiciones.
La confianza no se impone con decretos, leyes ni códigos penales. La confianza no se genera con discursos altisonantes, sino con mensajes y acciones que demuestren que en el caso de la última reforma laboral y al seguro social no se está afectando el presente de los jubilados sino el futuro de ellos pero fundamentalmente de los jóvenes y las nuevas generaciones. No se arregla dándole mayor liquidez mensual con los décimos sueldos que los trabajadores prevén recibir en marzo, agosto o diciembre.
La confianza no se impone con la mayoría de votos y peor cuando equivocadamente se dice que el IESS no pertenece a sus contribuyentes: los afiliados y jubilados. Esto crea incertidumbre. Tampoco no escuchar a los actores involucrados antes de sancionar un proyecto de ley. ¿Aporta o genera suspicacias dar vacaciones en el sector educativo?