La última semana de campaña electoral es tiempo para pensar a solas y seriamente en el voto, como si de nuestro singular voto dependiera el resultado electoral, el presidente que sea elegido, la calidad del gobierno y el futuro de los ecuatorianos. Para elegir bien debemos apartarnos un momento de la decisión tomada y volver a pensar todo desde cuatro enfoques.
Primero, el enfoque de la democracia. No es un sistema perfecto, pero es el mejor. La democracia no nos garantiza un buen gobierno, nos da las reglas del juego, nos garantiza instituciones, paz y libertad. Fuera de la democracia solo hay totalitarismo que exige esclavos.
El segundo enfoque establece lo que no queremos. No aceptamos un presidente parlanchin que se coloque por encima, que nos amenace y nos descalifique; tampoco un presuntuoso que se crea dueño de la verdad y nos prive de la libertad. No consentimos un líder que robe, deje robar y nos reparta con aire magnánimo lo que es nuestro.
El tercero es el liderazgo. Deseamos alguien que sepa a dónde va y a dónde nos lleva; que nos invite, que nos inspire para seguirle a la meta que nos propone. Buscamos un estadista sin pasiones, sin intereses personales, que conciba un proyecto de país válido para todos.
El cuarto es su capacidad de hacer un buen gobierno. Consiste en dirigir los asuntos públicos, gestionar los recursos y garantizar los derechos. Los derechos son la seguridad, el empleo , la educación y la salud. La condición es que lo haga con respeto y con transparencia.
Los malos gobernantes son primero malos candidatos propuestos por malos partidos y elegidos por malos ciudadanos que no calificaron a los candidatos antes de votar.Siempre ha sido ineludible el voto meditado y responsable, pero nunca como ahora porque el país está en peligro, el narcotráfico amenaza con tomarse nuestras instituciones, está pervirtiendo a nuestros niños y jóvenes. Necesitamos para conducir el país una persona valerosa, inteligente y buena.