Por la pandemia se dejó de ver escenas grotescas y despiadadas en la procesión de Semana Santa. En las redes, circularon imágenes humillantes a la condición humana, en las que participaban además niños, mientras habían otros que se cubrían los ojos para no ver semejantes atrocidades. Pero, sí esos niños lo verían todos los años, ya les parecería normal y hasta beneficioso.
Justamente eso ha pasado con los viejos flageladores, que terminaron convencidos que el auto sacrificio es la solución. Con ello reforzando la mentalidad del castigo, como el medio para enfrentar cualquier problema en la vida cotidiana.
Son los que crían a sus hijos mediante la culpa, la sanción, la sumisión. Son los que permanentemente cometen actos repudiables, y que luego dicen que en la procesión purgarán sus actos. Y así se pasan toda su vida. Se pasan perdonando y pidiendo perdón, sin que jamás asuman sus responsabilidades. Todos ellos, hacen apología a la pobreza, obediencia y castidad, que son los pilares de los franciscanos y de la iglesia en general, que fomentan todo ello.
Como consecuencia una sociedad inconsciente, que agacha la cabeza y se rinde ante el poder, primero ante el poder de un dios castigador y luego al poder económico y político imperante, aplaudiendo a lo que hacen las élites para imponer el látigo al pueblo rebelde. Y en ese sentido, adorar a un Jesús flagelado, el inventó Pablo de Tarso de que Jesús vino a morir por los pecados de los hombres. Cuando fue al revés. Jesús fue justamente un rebelde que se enfrentó a todo lo dicho anteriormente y fue condenado por el imperio romano y por los reyes judíos por sedicioso.
Como hacían con todos los subversivos, que los mataban en la cruz para que tengan la muerte más atroz y no haya otros que se levanten contra los poderosos. Hoy, en vez de reivindicar a ese Jesús profundo, lo hacen a ese Cristo flagelado para tener una vida igual. Quién hace respetar los DDHH? Faltan más como el Jesúsrebelde.