Al presente nadie pone en duda que el país que cayó tan bajo, al que los europeos le dividieron en zonas de influencia, explotación y consumo de opio, fundada la República Popular China en 1949, hoy, en apenas 70 años, se presenta al mundo con los indicadores que definen el desarrollo sostenible. Fui testigo de los portentos que se estaban produciendo.
Pocos días después que dejé el Ministerio de Salud Pública, fui invitado a que visitara la R.P. China durante 6 semanas, con fecha abierta. En 1981 me fue dable apreciar aspectos importantes de un inmenso país, con mil millones de habitantes, que se había puesto en el plan de desarrollarse. Empresa colosal: trabajo, educación, vivienda, alimentación para todos. Estándares modestos los de ese entonces. En las comunas campesinas, los médicos descalzos, de formación limitada, cumplían su papel en capítulos importantes de la atención primaria de salud. En el Hospital General de Beijing, la medicina tradicional en retirada, como no ser la acupuntura, la herbolaria y algo más. Utilización de tecnologías superadas. En Nanking, un Centro Nacional de Transferencias Tecnológicas. Centenares de científicos chinos invitados a que retornaran a su país y contribuyeran a su desarrollo (la dependencia científica y tecnológica, una de las claves que explican el subdesarrollo empantanado de países como el nuestro). En Shangay, un enorme letrero luminoso de la Coca Cola. Salgo de China con la sensación de haber visitado el espacio de un gigante insomne. Es el título de 3 artículos que escribí a mi retorno en EL COMERCIO.
Ocho años después, en 1988, retorno a la R. P. China como asesor en un programa de prevención de los Desórdenes por Deficiencia de Yodo. Las reuniones previas tienen lugar en Tianjin. No salgo de mi asombro. Las mujeres, ya no se visten con esos uniformes iguales para ambos géneros, se las ve sonrientes, con blusitas de colores. Muy cercano al hotel donde nos alojábamos, un mercado, en el que los campesinos de la región ofrecen sus productos. En las comunidades campesinas de la región montañosa central del país, niños sonrientes en escuelitas dotadas de modernos implementos de enseñanza. Los médicos descalzos han desaparecido, en su lugar operan equipos de salud que sirven a varias comunidades. Tractores y otros equipos de trabajo agrícola forman parte del paisaje.
¿Y nosotros? Desde las denuncias del Dr. Espejo sobre las arbitrariedades de los hacendados, las autoridades de control comprometidas con los poderosos, la pobreza y la malnutrición, en el siglo XVIII, hasta el presente, la orfandad de un Estado moderador de la codicia sin límites, con una economía que se desmorona y todos esperan milagros. En pleno siglo XXI, un país sin horizontes, sin políticas económicas mantenidas en el tiempo, todo al apuro o con piola.