En uno de sus artículos, publicado en este Diario, Jorje H. Zalles nos recordaba que en la fachada de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard una leyenda gravada en piedra dice: “No bajo el hombre sino bajo Dios y la Ley”. Así y tan solo así se comprende lo que debe entenderse por Estado de Derecho. Quienes están llamados a hacer justicia, a su probidad debe sumarse, necesariamente, un profundo y amplio conocimiento de las doctrinas que sustentan los textos jurídicos, cuyos extremos llegan a la condición humana. Es la razón por la que en las sociedades en las que impera la ley y se vive un Estado de Derecho, los abogados gozan de prestigio. Con tales protagonistas se llega al punto en que la impunidad ha sido desterrada. El caso de Nixon y el de Dilma Rousseff son ilustrativos.
Aterrizando: ¿Qué pudo haber ocurrido para que a partir de la segunda mitad del siglo pasado se haya evaporado el prestigio del que gozaban los abogados de nuestro país? Pregunta llena de interrogantes. ¿El libre ingreso a las universidades públicas? ¿Esas universidades de garage que inclusive tenían extensiones en cantones de algunas provincias? ¿La politización de la justicia? Ser abogado, una forma de llegar a ser doctor; ‘quishcas’ lo más, de cultura general limitadísima, vulnerables. Las excepciones, personajes ilustres, con esa capacidad intelectual que les permite familiarizarse con el espíritu de las leyes y sus rigores e intransigencias, y así proceder en el ejercicio profesional. Entre tales excepciones, algunos de nuestros penalistas.
No me pierdo una edición de la “Guía Legal”, suplemento que publica EL COMERCIO, cuando el autor del texto es el penalista Ernesto Albán Gómez o el historiador Juan Francisco Morales Suárez, también abogado.
Concretándome en Albán Gómez: de una erudición impresionante. El Derecho Penal en la literatura universal, en las obras y en la vida de Tolstoi, Calderón de la Barca, Dolores Veintimilla de Galindo, Santos Chocano, Kafka, Jorge Icaza, García Márquez, Dostoiewski, José Mejía Lequerica, Galileo, Oscar Wilde, Ciro Alegría, Emilio Zola.
Se impone exigir altas calificaciones en los exámenes de admisión de quienes pretenden ingresar a las Escuelas de Derecho de nuestras universidades. El nivel, igual o mayor que para ingresar a Medicina o ingenierías. De catedráticos, los más versados, de probidad reconocida. Tengo entendido que en tal empeño se halla la Universidad Central del Ecuador ¡Enhorabuena!
Un sueño: La Escuela Ecuatoriana de Derecho Penal. Un paso avanzado de lo que existe en la Universidad Andina Simón Bolívar, la Maestría en Derecho Penal. Se sabe que la Escuela Colombiana de Derecho Penal, en la que se forman numerosos ecuatorianos, ha contribuido a la pacificación de su país. También nosotros requerimos pacificarnos.