Así está la política de enredada, nadie sabe en qué dirección avanza cada quien o retrocede porque, en el fondo, da lo mismo, todos los caminos son buenos para el que no sabe a dónde va. La política, se decía era el arte de lo posible, ahora es el arte de la apariencia. Unas cuantas cifras bien combinadas pueden dar la impresión de que mejoramos; unas cuantas regulaciones bien publicitadas, que se reduce la nómina y el costo de la burocracia; unos cambios en el gabinete bien espaciados, que renuevan el gabinete.
La cruzada en contra del Consejo de Participación Ciudadana ha encontrado, ni mandado a hacer por encargo, el mejor pato para poner en la mira. Por cura, comidilla para los anticlericales anticuados; por prepotente, un correísta de fondo y de forma; por mentiroso, encarnación viviente del estereotipo del político; por afiliado, representante de la vieja partidocracia. Concentra tanto el rencor, los intereses y las conveniencias de los enemigos del régimen anterior que los otros consejeros están pasando de agache.
Al mismo tiempo, nadie sabe cómo acabar con el cura ni sabe nadie qué pasará si cae el cura. Unos quieren eliminar el Consejo, otros solo quieren quitarle la facultad de designar autoridades, a otros les basta defender al anterior Consejo; y hay quienes esperan pacientemente hasta ver si pasa el cura en cortejo fúnebre o en procesión triunfante. Sin embargo, mientras públicamente se persignan cada vez que se acuerdan del cura, negocian con él en la sacristía, o mandan a negociar a los parientes.
Otro ovillo de anzuelos es el Consejo Nacional Electoral donde los vocales se acusan, se investigan, se amenazan entre ellos dejando de lado y haciendo imposible la urgente reforma al código de la democracia para eliminar los distritos electorales, el método de D´Hondt y otras maravillas revolucionarias diseñadas para ganar elecciones. Tampoco se logrará depurar el padrón electoral y seguirán votando los muertos. Los partidos y movimientos políticos seguirán multiplicándose como conejos, todos con los mismos afiliados, y con un puñado de electores cada uno.
Otro ovillo de anzuelos es la Administración de Justicia. Mientras el Consejo de la Judicatura quiere aplicar el mandato legal que les obliga a evaluar a los jueces, éstos, comenzando por los magistrados de la Corte Nacional de Justicia, se defienden como gato panza arriba para evitar que la Contraloría y la Unidad de Análisis Financiero y Económico, participen en la evaluación y descubran la multiplicación de los panes y los peces que han logrado con modestos sueldos de funcionarios.
Será difícil desenredar los ovillos de anzuelos porque ya empiezan los cálculos electorales y los acuerdos se hacen imposibles; por eso el consenso va tomando la forma de quimera. Tal vez Tuárez que ofreció exorcizar al Ecuador pueda hacer algo; antes, parafraseando la sentencia “médico cúrate a tí mismo”, deberíamos decirle: exorcizador sácate tus propios demonios.