El economista y profesor ecuatoriano Francisco Pareja Cucalón, en su trascendental trabajo “Integración Andina y Convergencia Suramericana”, sostiene que a pesar de los importantes volúmenes de comercio intracomunitario alcanzados por los países andinos en los últimos años -que en el 2012 sumaron 10.349 millones de dólares, de los cuales el 73% correspondió a bienes manufacturados- el proceso de integración atraviesa una severa crisis a causa de acciones y omisiones de sus países miembros. Y como expresiones de esa distonía cita las decisiones de Colombia y Perú de negociar acuerdos de comercio con Estados Unidos al margen de las normas comunitarias, la salida de Venezuela de la Comunidad Andina, la incapacidad de los países del área para negociar en bloque con la Unión Europea y la compleja adhesión de Bolivia al Mercosur sin abandonar la Comunidad Andina.
Anota Pareja que resulta significativo que la Cepal destaque como premisas para asegurar el éxito de un proceso integrador no sólo la actitud de positiva flexibilidad por parte de los países miembros para procesar sus diferencias y preservar la unidad, impidiendo que las fuerzas centrífugas terminen por asfixiar el proceso de integración puesto que los países andinos son también parte de Unasur, Aladi y Celac y miembros asociados del Mercosur y que Colombia y Perú pertenecen a la Alianza del Pacífico -juntamente con Chile y México- mientras que Ecuador y Bolivia forman parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
En el 2013 las autoridades comunitarias andinas integraron un grupo de trabajo para preparar un documento de síntesis sobre “la nueva visión, los lineamientos estratégicos y la priorización de los ámbitos de acción de la Comunidad Andina”, con prioridad en los elementos sociales de la integración económica, en la complementación comercial, en la interconexión eléctrica entre los países andinos y en la articulación y convergencia entre Unasur y Mercosur.
En aquel momento Pareja comentó que el estado de la integración en Suramérica era confuso e incierto, aunque persistía una retórica integracionista que, al menos, mantenía vivos el anhelo y designio integradores y que admitía acciones de cooperación y concertación, sobre todo política, cuya importancia no cabía subestimar. Pero que no podía desconocerse que la integración profunda, la que conduce hasta la unión política, no se encontraba en el “orden del día”.
Lo cual puede significar que la integración deje de cumplir sus objetivos y que los países de la región opten por insertarse individualmente en la economía global. Situación que pondría de manifiesto la aversión de los Estados sudamericanos a la supranacionalidad y a las cesiones de soberanía que van implícitas en la integración económica.