Las Saturnales, esas fiestotas que celebraban los romanos en el solsticio de diciembre en honor al dios Saturno, fueron la génesis de la Navidad como hoy la conocemos. Curiosamente, otras culturas también tenían celebraciones en este tiempo, como los nórdicos (en honor a Yule), los aztecas (por Huitzilopochtli) y los incas (por el Cápac Raymi).
Los cristianos primitivos, tan eclécticos en eso de aprovechar todo lo que les fuera útil para solidificar su naciente religión, se apropiaron de las saturnales y las convirtieron en uno de los dos pilares de su credo, junto a la muerte y resurrección del Maestro.
Fue el papa Julio I (320 a 353 d.C.) quien conminó a los fieles a celebrar el nacimiento de Jesús cada 25 de diciembre, ya que la fecha exacta no se conoce.
Esta práctica se reforzó en el 1223, cuando el Poverello de Asís (San Francisco) montó el primer Belén en una
cueva cerca de la ermita de Greccio, en Italia. Desde entonces, el nacimiento se convirtió en otro código de barras de la Navidad cristiana y sirve para reunir en torno al “portal de Belén”, casi siempre familiar, a todos los hombres “de buena voluntad”.
Pero no quedó ahí la cosa. La Navidad se reforzó aún más desde 1920, cuando unos avispados publicistas
estadounidenses adicionaron a la fecha a un viejecito regordete (vestido de escarlata, con una pomposa barba
blanca y dueño de una risa grave pero contagiosa) que apareció en una propaganda de la Coca Cola. Este primer
Santa Claus, que fue diseñado por el ilustrador Thomas Nast, se transformó rápidamente en ese viejito pascuero que sale desde el Polo Norte en su trineo alado por renos repleto de regalos para todos los niños del mundo.
Lastimosamente, la Navidad primigenia pierde su ADN año tras año. Hoy es un evento totalmente comercial,
dónde las panderetas y trenecitos de madera son reemplazados por la dolarmanía y hasta la malgastomanía. Y
aunque el repunte comercial es necesario, convertir el rito en solo negocio no es cristiano. Recordemos que hay tanta gente que con solo recibir un pequeño regalo y hasta un solo dólar ya tendría su Nochebuena.