Es uno de los más destacados representantes del arte ecuatoriano posindigenista y, por la autenticidad y calidad de su obra, se sitúa en un lugar de honor entre los cultores de la “pintura matérica”, junto a figuras tan reconocidas como Antoni Tàpies, Alberto Burri o Manolo Millares.
La exposición abierta hace pocos días en Cuenca (Saladentro, espacio multifuncional) resume su sólido aporte a la plástica latinoamericana. Nadie mejor que el propio artista para definirlo: “Mi obra no tiene la intención de representar.
No es simbólica, ni anecdótica, ni histórica, implemente es lo que es. Se representa a sí misma, del mismo modo que un atardecer, una hoja, una sombra, una lágrima, un árbol, una sonrisa y todo el fluir de la vida… ( ) Siendo lo que es, expresa lo trascendental de ser.”
Para Guillo Dorfles el arte matérico implica “una preponderancia de la materia como razón primera, o francamente como única razón de un cuadro (o de una escultura).” En esta línea, las enmarcaciones de MSG, que son tales antes que cuadros a la manera tradicional, sobresalen por la exaltación textural de los materiales (textiles, sogas, retazos de arpilleras, ramitas de árboles o arbustos, cantos rodados) y por la expresividad de las formas geométricas subyacentes.
Otros factores decisivos en estas creaciones son la propiedad de los elementos compositivos, manejados con maestría, que consolidan el trasunto dialéctico de equilibrios y tensiones, y la sobriedad cromática, aplicada en pinceladas y empastes abstracto-expresionistas.
Mario, investigador reflexivo y creador de aguda sensibilidad, obtuvo el premio Mariano Aguilera en 1965. En la arquitectura ha sobresalido con edificaciones de bien articulada espacialidad, franca utilización de los materiales y lógico funcionalismo (Facultad de Artes de la Universidad Central, sedes municipales de Esmeraldas y Sangolquí, mercado de Iñaquito, residencias particulares muy logradas). Se ha distinguido también en la docencia y administración universitaria.