En mi imaginario, como afiliado al IESS, pensaba que mis aportes mensuales, patronal y personal, garantizaban la atención para el pago en pensiones y salud, básicamente.
En esta semana pude comprobar que eso no es real. En cinco días he tenido que hacer prácticamente un aporte extra de USD 300 para adquirir insumos y medicinas que no hay en el Hospital Carlos Andrade Marín, hospital bandera del IESS en Quito.
Frascos para muestras de orina, cinco sueros de 1000 ml de Dextrosa al 5% en solución salina, ampollas de octridesol, Entronosol, antibióticos, etc. Al paciente le piden que lleve desde pañitos húmedos, pañales, jabón, champú o agua porque ahí no tienen.
Y ya se ha hecho una política pedir cada día las medicinas que se requerirán porque el hospital no las proporciona. “Si no, cómo trabajamos”, es la respuesta de médicos y enfermeros.
Las escriben en un papel y el familiar debe salir a adquirirla en las farmacias que abundan por el sector.
Al IESS le falta transparentar muchas cosas, desde sus informes actuariales hasta el registro de estos “ingresos extra” de los afiliados. Una forma de hacerlo sería poner una caja dentro del hospital donde el paciente o el familiar pague y le entreguen una factura por sus compras no previstas de medicinas o insumos. Y luego ver una forma de compensación en aportes.
Con ello también se garantiza la entrega oportuna de medicinas y se evita la peregrinación diaria de familiares, quienes deben pedir permisos en sus trabajos para peregrinar por las farmacias y garantizar que sus padres, madres, esposos, esposas o hijos cuenten con medicinas a tiempo.
No se diga de los pacientes que están en él área de urgencia y sus familiares, muchos de ellos provenientes de otras provincias, deban esperar afuera, sentados en el piso, en medio de la lluvia o el sol, porque no hay espacio ni sillas para una atención digna.
Y pese a eso, el IESS no ha declarado la emergencia. Tal vez porque el costo de la misma recaerá sobre el mismo afiliado.