Con una estructura política y económica dependiente del Estado y las sobras de la mesa servida, el país navega de un proyecto deseable a aquel que las circunstancias hacen posible.
Revelar la podredumbre de la década saqueada y re convertir la institucionalidad desvencijada ha tomado su tiempo.
Si en los primeros años varios altos cargos que rodeaban al Presidente venían de un pasado siniestro, la tarea fue ir desbrozando el matorral lleno de mala hierba.
Luego, poco a poco, con demasiada lentitud frente a la ansiedad de la sociedad ávida de saber la verdad y recuperar el dinero robado por la corrupción, pero con algunas buenas noticias en apertura de causas y expedientes, la limpieza camina a su ritmo.
Un exvicepresidente condenado, varios ministros tras las rejas y un puñado de prófugos de alto coturno son la huella del usufructo de una revolución que dio aliento a nuevos ricos y multimillonarios.
Los cambios en la economía nacional llegaron tiempo después. La buena intención de corregir las cosas trajo los compromisos con el Fondo Monetario Internacional y la respuesta de empréstitos a tasas más bajas y plazos más largos que aquellos de la década empeñada. Todavía la deuda pendiente más grande es no haber podido avanzar a fondo en el re perfilar la deuda cara y con condiciones secretas inaceptables.
La semana entrante, se supone, llegará al fin el bloque de reformas que deben cambiar el mapa de lo laboral, lo económico y hasta lo monetario. La verdad es que han tardado varios meses los técnicos en formular el proyecto y ya nos imaginamos las dificultades, incluso casa adentro del Gobierno, para afinar un proyecto adecuado.
No es fácil emprender una reforma laboral que contente a todos. Los derechos adquiridos los trabajadores no los quieren resignar. Pero la prioridad es crear las condiciones para que haya oportunidades de trabajo a aquellos que no lo tienen.
El desempleo es alto y el subempleo y la informalidad abundan en contraste con miles de jóvenes preparados, con títulos y medallas bajo el brazo, y sin opciones a la vista. Eso debe cambiar, urge.
La empresa privada debe apostar también por el país absorbiendo paulatinamente el caudal de empleados que deben salir del inflado y agostado sector público.
En el rubro impositivo los consensos son difíciles. Dos fuerzas importantes: Creo y el Partido Social Cristiano se oponen a más impuestos. La Revolución Ciudadana se opondrá a todo lo que pueda para hacer daño a Lenín, y a Alianza País no le alcanzan las fuerzas, sus votos no son estables.
De momento el Gobierno coloca bonos -esta vez a plazos razonables pero ya con intereses altos-. Hay que cubrir el déficit fiscal. Vamos a ver si al FMI le contenta la sola presentación del proyecto para que lleguen nuevos desembolsos. Solo así alcanzaremos a llegar a la orilla de fin de año, pero la contracción económica y hasta la deflación, según expertos, muestran un futuro cercano incierto. 2020 preelectoral.