Alguna vez que critiqué a los terroristas palestinos me acusaron de defender las acciones militares israelíes. No, para nada. Hay como ser críticos con los dos. La posibilidad existe. El mundo no se puede simplificar en diadas de opuestos. Espeluznarse del correísmo no quiere decir que uno sea partidario de Lenin, para nada. La alternativa para los populismos de derecha, no son los regímenes del llamado socialismo del siglo XXI de América Latina. En realidad, los socialismos del siglo XXI no son una alternativa a nada (en su mayoría son mafias corruptas que se apoderaron de un discurso que les permitía gastar más para robar más). El antídoto para los últimos años del Ecuador no es Trump, la solución para el chavismo no es Bolsonaro.
A los lectores les propongo un ejercicio horrendo. ‘Googleen’ los países con mayor número de casos de coronavirus. El liderazgo se lo están llevando los populismos de derecha: EE.UU. (con el iluminado de Trump, que dijo que el coronavirus se iría por milagro), Brasil (con quien dijo que la enfermedad es una “gripecita”), India (con Modi, el campeón de la persecución de las minorías religiosas), Rusia (quienes acaban de aprobar una reforma constitucional que permite a Putin gobernar hasta 2036), y hasta hace muy poco el ‘top’ cinco estaba completado por Reino Unido (con Boris Johnson, el ex periodista – que perdió su segundo trabajo por inventarse una cita – que empujó por el Brexit a partir de historias falsas). Así es, el coronavirus ha puesto de relieve las deficiencias de la gestión de los populistas de derecha. También ha desbaratado – aunque me temo que no permanentemente – parte de ese discurso. El comportamiento propugnado por el libertarismo de “yo hago lo que me da la gana”, ha demostrado ser un motor de contagios y de muertes. Triste como es cualquier muerte, el caso de John McDaniel – el líder de las protestas contra el confinamiento que falleció por covid-19 – fue una luz roja de alerta. El famoso egoísmo que el liberalismo admira como motor del progreso se estrelló contra el muro del coronavirus.
Inversamente, la colaboración, la solidaridad, el preocuparse de los demás, la conciencia de la otredad han sido fundamentales en las experiencias exitosas. De paso, el peor ejemplo – yo no he visto nada peor a nivel mundial – es la ola de corrupción ecuatoriana; que los demás se pudran y vender los medicamentos que fueron donados.
Si se quiere buscar conclusiones positivas del coronavirus – que no compensan ni de lejos el sufrimiento y las pérdidas humanas – aquí hay dos relevantes. Por un lado, se ha puesto de relieve la importancia de un sistema universal, gratuito y de calidad de salud. Y más allá aún, ante los entusiastas de las nuevas radicalidades de derecha, se ha demostrado el desastre de ese modelo de política.