¿Qué pasa en Ecuador, que cada vez con más frecuencia tiene episodios contra la sana razón? La crisis que vive el país obliga a actuar con más racionalidad que nunca, dejando de lado pasiones, extremismos, egoísmos, privilegiando el interés general, la solidaridad.
La emergencia económica que padecemos desde hace años, agravada por la pandemia, disminuye la producción y el consumo, aumenta el desempleo y prende las alarmas del conflicto social. Estas son realidades inocultables que hay que tratarlas con objetividad. Quien lo niegue o desconozca está ciego, de cuerpo o de alma.
Si la economía se estanca o retrocede, como está sucediendo, los ingresos fiscales disminuyen. El precio del petróleo -principal ingreso fiscal y de divisas- cae sostenidamente. ¿Alguien puede negar o desconocer esta realidad? Parece que vivimos en mundos distintos, que esos no son hechos ciertos sino visiones desfiguradas, que, se atribuyan al gobierno o no, son la realidad. Las municipalidades reclaman judicialmente porque no les transfieren todas las rentas previstas. Las universidades, cunas que deberían ser del saber y la responsabilidad, organizan marchas y acuden a la Corte Constitucional porque el malvado ministro de Finanzas no entrega lo que esperaban cuando la situación era normal –como si ignoraran que ahora no lo es- y en la Asamblea reciben el entusiasta e irresponsable apoyo de legisladores que arremeten contra el ministro ofreciendo su cabeza y la de varios más. Los dirigentes empresariales ponen el grito en el cielo porque el Gobierno se atreve a pedir un anticipo en el pago del impuesto a la renta a las empresas que no han disminuido sus ventas y han obtenido utilidad a pesar de la pandemia, o a raíz de ésta. En el colmo de la insensatez, las Cámaras de la Producción de Pichincha protestan y convocan a la desobediencia por la acertada decisión del Alcalde de mantener la restricción a la circulación vehicular, aduciendo que “entorpece la formalidad” de una ciudad colapsada por el exceso de vehículos, que comprará más si la gente circula a pie y no en auto, que se enfermará menos con la contaminación y que será más solidaria compartiendo el vehículo y no siendo tan egoísta como es ahora, en que la ocupación es de 1,2 pasajeros por carro.
¿Qué pasa para que procedan así las élites? ¿Hemos perdido el sentido de solidaridad elemental?. ¿Nos hemos dejado vencer por el egoísmo y el interés individual? Así, la crisis nos abrumará. No habrá salida a la recesión económica y pronto caeremos en la degradación moral. Las pasiones desbordadas y la reacción violenta serán el pan de cada día.
No podemos seguir así. Las élites, todas ellas, la política, la gremial sindical y empresarial, la académica, la religiosa, la periodística, están obligadas a contribuir para superar la crisis y no seguirla agravando. A ser positivos y dar ejemplo.