Bruselas 23:22 horas, llegó el verano y con ello los días calurosos y largos, las noches cortas; y en un cuarto de una casa de los alrededores, se encuentra un hombre confundido, atormentado, con pensamientos oscuros como sus noches sin dormir; se lo ve agotado, sentado y solo, se levanta y camina frenético de un lado a otro, sin saber qué hacer ni cuál camino tomar. Su corazón late ardientemente de rabia y frustración; y sus manos sucias por el sudor de la desesperación.
Angustiado maquina cómo atacar, dispuesto a utilizar municiones de cualquier calibre moral y legal, incluyendo lo sensata e insensatamente posible; sin descartar una salida límite, extrema, si las cosas se complican.
En su mente no aparece una luz de discernimiento que le ayude a comprender en su grandeza, por qué fue ”traicionado” por sus cercanos aduladores; ahora considera pactar con lejanos, con tal de asegurar posibilidades de supervivencia, consciente que tampoco habrá lealtad. Sintiéndose un mesías injustamente destronado, no logra entender por qué los estadistas que la historia valora, son los que unen y no los que separan; los que construyen y no los que destruyen; los que son consistentes entre lo que piensan, dicen y hacen, y no los que hablan una cosa y practican otra; y sobre todo los que saben con humildad que el poder es efímero y es para servir.
En un minúsculo rincón de su mente, algo le dice que la vida siendo dura, es justa y le da a cada cual lo que se merece, y cae en cuenta que la suya es un infierno, y que tantos honores y “horroris causas” recibidos en función del cargo y no de la persona, ahora de nada le sirven, ya que se siente en la peor de las celdas… la del alma agobiada.
Abre los ojos y llega a su mente su frase “prohibido olvidar”, pero ésta ahora paradójicamente le martiriza, recordándole que perdió en la consulta popular, en la cual el pueblo le dijo no a la reelección indefinida, y le humilló con tan atroz y espontáneo recibimiento. Su conciencia le dice que algo hizo mal, y su razón salta felinamente y se repite que es un perseguido; y buscando apoyo y compañía en la madrugada, mira una estampa y le pregunta ¿tú que harías? Respondiéndole su conciencia: “el perdón y el agradecimiento en vez de la venganza y la queja, son útiles para tener paz, ojalá tu alma tenga aún, un pequeño espacio para aquello.
Los por qué y para qué de las intenciones y acciones, contribuyen a la bondad de los resultados y a la aceptación y permanencia de éstos.
Sinceramente creo que lo que te motiva realmente, cuando dices recuperar la patria, es el ego y la soberbia, la impunidad, y la venganza … esa es tu real intención.
Qué camino más triste y equivocado estás tomando, ya que bien sabes, que el poder no es para siempre…” el lugar queda en silencio casi sepulcral, y en el piso miserablemente yace un ser, perdido en su laberinto, abandonado a su merecida desdicha.