¿Cómo es posible que los ladrones, los autoritarios, los violentos, tengan posibilidades electorales? La llamada revolución ciudadana en Ecuador debería tener menos del 1% de los votos, el voto correspondiente a los beneficiarios de la tragedia y, sin embargo, puede estar en segunda vuelta y ganar las elecciones. La degradación de la democracia ha hecho posible que participen en política los condenados por la justicia, los prófugos, los incendiarios. No hay piedad para los ciudadanos honestos.Media docena de candidatos provienen de partidos que fueron parte de la revolución ciudadana y del morenismo. No son parte de la solución de los problemas nacionales, solo del negocio electoral. Un solo partido ha propuesto reformas de fondo para mejorar las reglas de la democracia ofreciendo más participación a los ciudadanos, los demás se aferran a la vieja política o proponen demoler lo que queda en pie.
¿Cómo es posible que una gavilla de ladrones con 30 juicios pendientes, participe en elecciones y forme parte del gobierno para limpiar viejas fechorías? Es la pregunta que se hacen los demócratas argentinos que se sienten impotentes ante el abuso democrático de las élites políticas y la ingenuidad de la masa electoral que no escarmienta.
¿Cómo es posible que un gobierno democrático europeo, el español, esté conformado por la suma de los enemigos de la unidad, la democracia y la Constitución? Es la pregunta que se hacen los más perspicaces ciudadanos españoles. No han llegado al gobierno para mejorar la democracia sino para conseguir la demolición del sistema y reemplazarlo por otro. Es una mayoría compuesta por minorías de las cuales la minoría más numerosa es la de los tontos útiles.
¿Cómo es posible que Donald Trump haya conseguido más votos que hace cuatro años? Es la pregunta que se plantean los periodistas y políticos en Estados Unidos. Es un presidente autoritario que ha pasado por encima de todas las reglas de la democracia, ha puesto en vergüenza la conciencia política, asusta al mundo entero y ahora se resiste a aceptar los resultados de las elecciones.
Todas son muestras de la agonía de la democracia como la hemos conocido hasta ahora. Sus enemigos aprendieron a simular sometimiento a sus reglas para llegar al poder y desde allí acabar con sus valores esenciales. Por eso se niegan a prestar juramento a la Constitución que hace posible su acceso al poder. No porque les asuste el perjurio sino como desafío a los ciudadanos y como primer desplante de autoritarismo.
Los candidatos se presentan como visionarios que han superado la perplejidad en que vivimos y son capaces de entender y resolver los problemas, pero no nos convencen, están igual que nosotros, solo nos superan en audacia. Ortega y Gasset tenía una frase que calza bien a nuestra situación: “No sabemos lo que nos pasa y eso es lo que nos pasa”.