El alineamiento político en la Asamblea Nacional facilita la gobernabilidad de una derecha en camino hacia el centro junto con sectores izquierdistas no contaminados por la corrupción. Lo repentino de esto puede determinar un gobierno al estilo de Portugal, mediante una simbiosis pragmática que viabilice las complejas decisiones en democracia.
En este momento histórico la elite económica debe apoyar con hechos ciertos a Guillermo Lasso para contener la tendencia al empobrecimiento general. Él, que es de esta elite, debe estar munido del coraje necesario para gobernar a un pueblo retrasado en la modernidad, con 278 mil ricos, cinco millones de ecuatorianos en la clase media y doce millones empobreciéndose.
Entonces cabe un plan simultáneo hacia la recuperación con menos desigualdad, para bajar la turbulencia política y propiciar una paz fecunda. La elite económica sabe que ha acumulado y concentrado la riqueza del país en los últimos 50 años, cuando el promedio de crecimiento fue solo del 2%, y que a partir de este momento debe contribuir con tributos para que uno de sus líderes logre la recuperación económica que precautele la sostenibilidad de sus negocios. La elite no debe seguir pugnando para que el país siga endeudándose teniendo USD 27.000 millones afuera.
La pandemia ha demostrado que es necesario tener un Estado fuerte para enfrentar el futuro y cuando se trata del destino nacional este debate es sustantivo. Si no hay recursos nadie puede hacer nada para mejorar la educación, la salud, la seguridad y la obra pública tan necesaria para catapultar la economía; pero si puede optimizar la eficiencia del gasto público sin botar a la calle a más empleados sino racionalizando el salario de acuerdo al nivel general, precautelando el empleo de la clase media vulnerable y de la pobre, pues si antes de la pandemia la mayor angustia era la baja expectativa de conseguir empleo, ahora la situación es peor.
La elite económica debe aceptar reformas profundas en la tributación y Lasso – con un equipo capaz y competente – debe optimizar el gasto, bajar el riesgo país y alcanzar el grado de inversión a base de nuestro propio esfuerzo. Además debe hacer lo necesario para bajar la tasa de interés. Entonces es hora de convencer a los más ricos que contribuyan con tributos al presupuesto nacional, porque a ellos les conviene también trabajar con certidumbre en sus expectativas. Y Lasso es quien para convencer que la suerte del rico también depende de la suerte del pobre.
La élite política – que es funcional a la económica – tiene que convencerse que debe hacer un trabajo digno de la confianza de sus electores, teniendo en cuenta que la legislación afecta a los 17 millones de ecuatorianos e implica consensuar en la Asamblea Nacional todas las reformas que persigan el desarrollo empleador, toda vez que están dadas las condiciones políticas para comprometer las corresponsabilidades.