Desde hace algunos años se pusieron de moda unas mal llamadas cripto-monedas. Pero algunos acontecimientos recientes han abierto la posibilidad de que esa malhadada moda finalmente pase.
Quizás lo más incoherente de estos “instrumentos” es su nombre, porque si algo no son es monedas pues no cumplen con las funciones del dinero. Para que algo pueda ser definido como dinero, es necesario que cumpla con ser un depósito de valor, un medio de cambio y una unidad de cuenta. Las “monedas” electrónicas tienen precios tan volátiles que no pueden ser un depósito de valor, son aceptadas para tan pocas transacciones legales que no se pueden convertir en un medio de cambio y nunca nadie llevará su contabilidad en bitcoins o en ethereum.
Por lo tanto, no son ni dinero ni monedas y llamarlos así es, por decir lo menos, engañoso.
El bitcoin y sus amigos son, en realidad, instrumentos financieros de alto riesgo en los que la gente puede colocar su dinero con la esperanza de que suban de precio. Pero una de las características de este instrumento es que su precio es tremendamente volátil y, si bien se multiplicó por 200 entre 2014 y 2021, también ha caído a la cuarta parte de su precio en los últimos 12 meses. Mucha gente ha ganado fortunas, pero muchos han perdido buena plata.
Y en el último mes, un escándalo financiero de enormes proporciones está salpicando a las monedas electrónicas y dañando su ya dudosa reputación: la quiebra de FTX, una de las principales plataformas de intercambio de criptomonedas y un hueco financiero de $3.000 millones ha hecho que mucho dinero invertido en estos temas, simplemente, desaparezca.
La única esperanza que nos queda es que aquellas personas que arriesgaron su dinero en estos temas, al menos hayan tenido claro que en los casinos y en los juegos de azar, se puede ganar mucho, pero también perder mucho.