El Ecuador hace ruido, las urbes y el campo hacen ruido, día y noche. Retumba la música de discotecas y karaokes; vibran los parlantes de carros tuneados para inundar el espacio por el que transitan, tocan las bocinas al azar; los almacenes sacan a la calle enormes parlantes para atraer a sus clientes; el transporte interprovincial acompaña a los suyos con música a todo pulmón. No es un fenómeno de hoy, es una práctica que muestra una vez más lo poco respetuosos que somos con la comunidad, la falta de sensibilidad con vecinos o viandantes. Pero hoy, so pretexto de la recuperación económica necesaria y justificada sin lugar a dudas, el ruido se ha incrementado sin piedad.
Tenemos derecho a vivir sin contaminación acústica. La normativa emitida por el Ministerio del Ambiente está clara sobre los niveles de ruido permitidos tanto en fuentes fijas como móviles. Su eslogan: “Un Ecuador sin ruido”. No se pueden establecer zonas especiales de ruido para hoteles y discotecas y otras de vivienda, insonoras; la cohabitabilidad es fundamental. Dicho en serio: no podemos determinar al milímetro usos de suelo en base a la compatibilidad de los decibeles que se produzcan, imposible medirlo a la hora de dar los permisos de construcción y uso. La responsabilidad pasa, entonces, a manos de los GAD, los municipios. Son los que tienen el control sobre el cumplimiento de estas normativas.
Los departamentos municipales de planificación emiten los permisos en planos, imposible conocer el ruido en su funcionamiento y por ello deben controlarlos en operación y tener técnicos que conozcan sobre el tema. Antes de dar un permiso, debe conocerse los estándares de insonorización, ventilación y decibeles permitidos. Y… Control Urbano y Áreas Históricas deben controlar. Pero, la mayoría de municipios trabaja con funcionarios corruptos que reciben coimas a granel o compadrazgos y “pagos” de favores que impiden que estos derechos se institucionalicen y se cumplan.
Y nos tiran la pelotita a los ciudadanos; pocos se atreven a denunciar, pliegan a la inercia de los funcionarios públicos que no cumplen con su trabajo. El 911 pasa la denuncia a la policía; la policía va al local, “no le hacen caso”, dicen mis entrevistados, y añaden que el permiso de operación es hasta las 14:00 horas y que no pueden hacer nada más. Nos piden videos de comprobación del delito sonoro, otro absurdo, no tenemos los equipos para ello y no es nuestra responsabilidad, somos los afectados.
Cuenca, ciudad patrimonial, se convierte en ruidosa, su mirador, Turi, revienta sin control alguno entre jueves y sábado, igual en ciertas partes del centro histórico. Sus residentes tendrán que trasladarse. Las entidades de turismo no se despiertan. Así, mataremos la gallina de los huevos de oro.