Antes y después del anuncio del Plan económico que hizo el Presidente, se han venido especulando –preanunciando- posibles medidas políticas y económicas que poco han tenido de verdad y que, sin embargo, estaban convulsionando el ambiente. Una vez que se conoce el Plan, hay que aspirar a que se cumpla en la mayor medida y que cuente con el apoyo general. De la posibilidad de salir del embrollo en que está la economía del país depende el futuro de los ecuatorianos, sin distinción alguna.
La anunciada disminución del tamaño del Estado debería recibir el apoyo de todos. Su desproporcionado crecimiento es insostenible. No hay economía que resista un paso del 22% al 43% como sucedió en pocos años, ni recursos que lo sustenten. La disminución del precio del petróleo desde más de 100 dólares por barril hace imposible sostener una participación del sector público, en esa magnitud, en la economía. El exceso de entidades, ministerios y secretarías es evidente y susceptible, racionalmente, de reducción, ya sea agrupando funciones en unos casos, o eliminándolos, en otros.
Educación -en su integridad-, cultura y deportes; producción; política y seguridad; todo lo que involucra energía. Unidos, pueden significar ahorros considerables no solamente en remuneraciones y más muertos y heridos de los altos funcionarios: ministros y secretarios que necesitan subsecretarios, asesores, directores, secretarias, conserjes, vehículos, conductores, guardaespaldas, que por miles existen y de los que se puede prescindir, con lo que se gasta menos y también se enreda menos. Y no sólo es el ahorro, porque el peor enemigo de la eficiencia es el exceso de organismos, personal y trámites. Es la coherencia y eficacia que no se logran si cada cual va por su lado. Esto es tan palpable ahora que enfrentamos problemas serios en la frontera con Colombia: las labores de inteligencia, política y seguridad deben ir de la mano y no pueden descoyuntarse. La política y la seguridad interna también. Más cuando el manejo político se restringió a la relación del gobierno con su propio partido, que ya no tiene hegemonía, y requiere acordar con otras fuerzas.
En el país del pero, siempre se encontrará qué criticar. Bien que eliminen ministerios, pero mal que suban aranceles, como si no existieran serios problemas de balanza, cuya solución está más allá de cualquier interés fiscal. Las medidas no deben preanunciarse -deben ejecutarse- porque anticipan importaciones de los que sospechan que sus productos pueden ser gravados, con lo que se neutraliza la medida, porque importarán más y antes de lo que en realidad necesitaban. Los preanuncios económicos pueden tener efectos negativos y manipulaciones que hay que evitar. Los preanuncios políticos, desgastan si no se los ejecuta bien y oportunamente.