En esta ocasión parto no de razonamientos previos sino fundamentalmente de hechos. Hechos que tienen que ver con los resultados de las elecciones del pasado domingo en Francia y de otros procesos que se han dado últimamente en otros países. Entre ellos, el Ecuador.
Emmanuel Macron, pese a ser nuevo en política y no contar con una organización partidista con mayor trayectoria (¡En Marcha! se llama su fuerza), se hizo de la presidencia de Francia no solo por la estrategia de su campaña electoral sino fundamentalmente a la situación que atraviesan actualmente en Francia los partidos políticos. Eso explica el fracaso de partidos tradicionales como el socialista del actual presidente François Hollande o el republicano de François Fillon.
Buena parte de este cambio en las preferencias del voto se han dado por los magros resultados que han dejado las últimas administraciones, sobre todo por el estancamiento económico, el retroceso del Estado de Bienestar, la caída del desempleo, entre otros. No obstante, detrás de esta débil capacidad de respuesta de la clase política se esconde fundamentalmente una crisis de representación de los partidos políticos.
Tanto en Francia como en otros países las organizaciones políticas tradicionales han tenido serias dificultades para atender las demandas ciudadanas, articular intereses de diversos sectores, liderar y sociabilizar la discusión de temas que son de importancia de la nación, formar cuadros capaces de actuar de manera apropiada en la función pública, así como cumplir un papel clave en los aspectos de legitimación, participación y representación. Es decir, no han cumplido con las funciones básicas y mínimas que debería seguir cualquier partido político.
Sin irnos muy lejos, estas carencias también sufren buena parte de las organizaciones políticas en el Ecuador. La diferencia reside en que acá los partidos o movimientos siguen funcionando como “camarillas de dirigentes”, preocupados más por las figuras o liderazgos carismáticos que por la estructura del partido, no cuentan con mecanismos reales de democracia interna y, tal vez lo más importante, carecen de propuestas programáticas sólidas que permitan al país superar sus problemas y enmarcarse por la senda del progreso social y el desarrollo.
Esto se ha hecho patente no solo en las recientes elecciones sino incluso a la actuación de las organizaciones políticas durante los últimos 10 años. La crítica se centra tanto a Alianza País como también al Partido Social Cristiano (PSC), CREO y SUMA. No han estado a la altura de las circunstancias.
Frente a la incompetencia, poca representatividad, incumplimiento con las funciones básicas de toda organización política, se abre la posibilidad de una Tercera Vía. Sin dejar de lado posicionamientos ideológicos, el país requiere de una fuerza política que realmente represente a las grandes mayorías, articule sus intereses, lidere procesos, forme cuadros y tenga claridad de qué hacer con el Ecuador en el corto, mediano y largo plazo.