Leo cumplidamente los resúmenes de las sabatinas presidenciales en los varios diarios que los publican. Es una manera de conocer las versiones del Gobierno sobre muchos temas y, sobre todo, lo que imperativamente deberán hacer la Asamblea Nacional, la Secom y la Supercom, el Consejo Nacional Electoral, y otras entidades del Estado, aun cuando aparezcan como autónomos y no dependientes del Gobierno Central, en los días que siguen a cada sabatina.
Me pierdo evaluar la fuerza y el arte comunicacional del Presidente en aquello de que al mismo tiempo que exalta las acciones de gobierno –hay que reconocer las que merecen que se lo haga-, descalifica con radicalización –parece que le faltan calificativos- a los críticos, potenciando así odios de ida y venida.
El che Guevara, en abril de 1967, expresaba: “El odio es un factor de lucha” (…) “un pueblo sin odio no puede triunfar..” .
Personalmente discrepo con ese pensamiento, porque el odio no solo que usualmente se revierte, sino que para nada se aproxima a la justicia, que exige racionalidad.
El Presidente pone énfasis en decir algo que es cierto: una media verdad puede ser más atroz que una mentira o un engaño con mala fe, porque el hecho de que hay algo de verdad en la media verdad puede darle algo de credibilidad.
No creo que es el caso intencional del presidente Correa, pero cuando fustiga a los opositores, acusa que sus críticas a las salvaguardias se debe a que se les han encarecido salmón, caviar, Nutella y otras ricuras importadas. Los críticos, a su vez, acusan que tales salvaguardias también han encarecido el ajo, la cebolla paiteña, la lenteja y otros alimentos que compran los de menores ingresos, a más de los escalamientos de precios que puede generar cualquier incremento.
¿Será posible que una entidad del Estado publique –o coloque en Internet- el listado de todos los alimentos con precios afectados por las salvaguardias, para no tener dos versiones contrapuestas, la de las sabatinas y la opositora, sino una que incluya la lista creíble?
El Presidente declara que la gestión del IESS deja mucho que desear y que él solo tiene un delegado en su órgano de gobierno. Puede que hayan sido ineficientes los que han actuado en el IESS, pero nunca su gestión ha sido desvinculada del Gobierno.
Que al IESS le ha sobrado liquidez que la ha invertido en papeles del Estado se contrapone a la versión de que al IESS le impusieron no priorizar sus inversiones, en favor de los afiliados y sus jubilados, sino fondear al Estado, a lo que se sumaría la última decisión de desconocer parte importante de lo que le adeuda.
¿No será posible sustituir el odio con elemental respeto al que piensa diferente? ¿Sería un milagro de Semana Santa lograrlo?
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