El próximo domingo se realizarán las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en Argentina. En ellas se definirán los candidatos que competirán en las elecciones legislativas de octubre en las que se renovará un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la Cámara de Diputados.
Si bien se trata de las clásicas elecciones legislativas de medio término características de los sistemas presidencialistas, es indudable que en esta ocasión se viven con ansiedad y expectativa a razón de algunas particularidades de la coyuntura argentina actual.
Por un lado, la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner es candidata a Senadora por la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral, y según varias encuestas, con altas chances de ser la más votada en estas primarias. Por el otro, al promediar casi la mitad del mandato presidencial de Mauricio Macri, estos comicios se plantean como una suerte de plebiscito de la actual gestión, lo que podría marcar con fuerza el rumbo político y económico para los próximos dos años.
Desde el espacio oficialista, nucleado en la coalición “Cambiemos”, se insiste en polarizar el escenario dividiendo al electorado en una matriz “histórica”: el pasado que amenaza con volver, y un futuro que prometen que será mejor, pese a que el presente esté marcado por una complicada situación económica que adjudican al gobierno anterior bajo la metáfora de “pesada herencia”.
Sin embargo, la polarización, al igual que el tango, necesita de dos para bailar. Por ello, es también la principal estrategia político-electoral de la ex Presidenta -que presenta el nuevo sello de “Unidad Ciudadana”-, aunque en este caso la matriz es de raigambre más bien ideológica: de un lado el “ajuste neoliberal” del gobierno nacional, y del otro, el pueblo que resiste en defensa de las “conquistas”.
De este modo, la estrategia de ambos apunta a reducir la dispersión de votos en otros espacios, como los partidos de izquierda o el espacio opositor del dirigente Sergio Massa.
Las emociones que están en el centro de la escena y por las cuales los candidatos disputan son, del lado oficialista: optimismo, esperanza, confianza, y desde el lado opositor, bronca, indignación, y sobre todo, llamar la atención sobre el rumbo de la economía (un tema sobre el que Durán Barba recomendó al gobierno “no hablar”).
El domingo en la noche comenzará otra etapa de la larga campaña de cara a octubre en la que en función de los resultados, se reforzarán o se modificarán estas estrategias.
¿La discusión económica se sobrepondrá al debate sobre el relato del pasado y las posibilidades que ofrece el futuro?, ¿las denuncias por corrupción movilizarán más al electorado que la situación económica?
Esperemos que el domingo hablen finalmente los ciudadanos en las urnas.