Cuando en 1991 le preguntaba al presidente chileno Patricio Aylwin, que inició el período democrático post Pinochet: ¿Por qué Chile lograba rápidos e importantes consensos políticos entre las dos fuerzas antagónicas de izquierda y derecha? me dijo: “Es que los chilenos estamos curados de espanto, pues no queremos incurrir ni en lo que hizoAllende ni en lo de Pinochet”. En esta frase se puede resumir la clave del progreso de este país, dado que la capacidad de transacción política hizo posible dictar una Constitución y unas leyes moderadas que tenían como fin gobernar en democracia, el crecimiento económico y la búsqueda de la equidad social. Así Chile marcó su rumbo social demócrata más que socialista, y todos los gobiernos subsecuentes se encaminaron dentro de él con pequeñas variaciones y matices.
Desde entonces Chile ha transitado las dos últimas décadas por un sendero pragmático, en donde conviven una gran concentración de la riqueza en pocas manos y una lenta disminución del número de pobres, los que ahora pueden tener vivienda, comprar bienes durables y ampliar las oportunidades culturales. En estas dos décadas se demostró que se podía gobernar sin fanatismos ideológicos, pero siguiendo un derrotero firme para el crecimiento económico evidente y una mejora de la calidad de vida de más chilenos. Los resultados nos demuestran que fue acertada esta opción política, pues dio estabilidad, ejercicio democrático creciente y una elevada autoestima por sus performances en el comercio internacional.
Qué importante es marcar una tendencia, dentro de un sistema de gobierno, que tenga la obsesión de la justicia social para que la democracia sea real y no un simple enunciado. Las fuerzas políticas trabajaron en base a consensos, pues las leves mayorías han incluido el parecer de las importantes minorías en aquello que era posible y conveniente para la gobernabilidad de Chile. El último cambio de gobierno mostró incluso una aquiescencia con la siempre presente influencia del poder económico y con los avances progresistas claros aunque no suficientes, como habrían deseado las fuerzas izquierdistas que derrotaron a Pinochet.
Lo ocurrido con los 33 mineros denota que no se ha trabajado bien en la seguridad minera y ha revelado unas relaciones laborales injustas.
Pero Chile es un país que reacciona frente a los retos, que cuenta con una clase política que ha gobernado, hasta la presidencia de la señora Bachelet, con la ética de la responsabilidad aún con sacrificio de la ética de la convicción, para usar un lenguaje weberiano que nos recuerda Gonzalo Martner.
En el Bicentenario de su lucha independentista saludo al pueblo chileno y deseo que continúe sus esfuerzos para alcanzar los sueños de libertad e igualdad.