Un pueblo perdido de la provincia de Buenos Aires es el escenario en el que Eduardo Sacheri, en la excelente novela La noche de la Usina, desarrolla la historia de un grupo de vecinos que resuelve hacer frente a la crisis económica de 2001, reuniendo el dinero necesario para comprar y transformar unos silos abandonados también por la crisis.
Cuando sus denodados esfuerzos completan la cantidad necesaria, concurren al banco para guardar los dólares en una caja fuerte, hasta que convencidos por el gerente del banco de que era mejor depositarlos en una cuenta, lo pierden todo cuando el Gobierno decreta, esa noche, el “corralito”, como se bautizó al congelamiento de depósitos en Argentina. Los vecinos descubren que fue el gerente del banco, coludido con un empresario, quien les estafó y se benefició de su dinero, causándoles un perjuicio irreparable.
Deciden entonces aplicar un plan para recuperar su dinero sustrayéndolo de la bóveda donde lo habían escondido, con complicaciones propias de una película de misterio y con la decisión honrada de devolver al delincuente el dinero que sobrara después de recuperar lo suyo. Una merecida revancha de los perdedores, que no esperaban justicia contra los defraudadores. En Argentina se desarrollan ahora varios procesos judiciales que evidencian la forma en que en los gobiernos kirchneristas se enriquecieron altos funcionarios públicos y sus familiares.
Hace poco se apresó a un poderoso empresario con vínculos con la familia gobernante, cuando sus allegados fueron filmados contando millones de dólares en billetes, en lo que parece ser la punta del ovillo que permita esclarecer más de un enriquecimiento injustificado. Recién se detuvo a José López “Josesito” Secretario de Obras Públicas en las sucesivas administraciones kirchneristas, cuando escondía bolsas con más de USD 9 millones en un convento, con la ayuda de una de las monjitas, que seguramente pretendía compartir con indulgencias el dinero mal habido. “Los kirchneristas son los únicos que en vez de hacer un retiro en un convento hacen un depósito” dice la sabiduría popular a propósito de semejante desvergüenza. Y ahora publica la prensa el embargo de más de USD 4 millones de la hija de 26 años de la presidenta Cristina Fernández, guardados en efectivo en cajas de seguridad, a más de movimientos millonarios en sus cuentas.
A pesar del acoso recibido, la prensa independiente argentina siguió los casos y los evidenció. Y jueces independientes no se han achicado ante el poder que pretendió silenciarlos, ni siquiera cuando “suicidaron” al fiscal Nisman. Sin prensa libre y justicia honesta, cualquier cosa puede pasar sin que nunca se llegue a saber la verdad. Y, también, puede pasar que los perjudicados tomen justicia por su propia mano, como en La noche de la Usina, sin ninguna consideración.