En los remotos tiempos de los faraones egipcios surgió la idea de abrir una vía marítima entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo en el Medio Oriente. Y el primer intento de construirla fue alrededor del siglo XIII a.C., probablemente bajo los reinados de Seti I o de Ramsés II. Pero la obra quedó abandonada por mucho tiempo.
Fue Darío (522-486 a. C.), el gobernante de Persia, quien inició la construcción del canal marítimo que uniera el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo en el Medio Oriente. Sin embargo, durante buena parte del dominio romano el canal fue olvidado, hasta que el emperador Marco Ulpio Trajano (53-117 d. C.) mandó reconstruirlo.
Napoleón, en su expedición a Egipto, concibió la idea de modernizar y ampliar el canal para facilitar el comercio externo francés y terminar con la hegemonía inglesa en la India. El proyecto de ingeniería estuvo listo en 1799, pero en él se cometió un error de cálculo que tornó imposible la obra: se supuso que el nivel del Mar Rojo era 10 metros mayor que el del Mediterráneo, por lo que el canal requería esclusas de gran tamaño cuya construcción no era posible con la tecnología de la época. Hasta allí llegó la idea napoleónica. Sin embargo, el tiempo demostró que la diferencia de altura sólo era de 80 centímetros y en 1833 se volvió a hablar del proyecto por parte de un grupo de intelectuales franceses seguidores del conde de Saint-Simon que arribaron a Egipto.
La idea quedó sembrada. Y Francia e Inglaterra consideraron que el canal era un instrumento de dominación geopolítica y comercial sobre el Mediterráneo oriental, el Golfo Pérsico y el resto de Asia. Por lo que el ingeniero francés Fernando de Lesseps, funcionario consular en Alejandría, obtuvo el contrato para su construcción en 1858 con capitales franceses y egipcios.
Los trabajos comenzaron en 1859 cerca de Puerto Said y, después de vencer arduos problemas políticos, financieros y técnicos, de afrontar las reiteradas intervenciones de Napoleón III, de duras jornadas de labor de los 25.000 trabajadores egipcios y de excavar en el desierto una franja de 161 km. de largo por 54 metros de ancho y 8 metros de profundidad, el canal quedó concluido en 1869.
El 17 de noviembre de ese año, con extravagantes ceremonias -se representó a orillas del Nilo la ópera “Aída” de Verdi-, la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, inauguró la nueva ruta marítima destinada a impulsar el auge económico de Europa.
Pero en 1875, en razón de su aguda crisis económica, Egipto se vio forzado a vender al gobierno británico sus acciones en la empresa propietaria del canal, con lo cual los ingleses controlaron la operación de la vía acuática por la que pasaba cerca del 14% del comercio mundial, el 26% de la exportación de petróleo y el 41% del volumen de carga.