El coyunturalismo y reduccionismo nos impiden ver más allá de nuestras narices, nos atan a lo particular e impiden apreciar el contexto y lo integral. Con semejantes trabas mentales nos sumergimos en el pantano. Nunca encontraremos salidas.
Al contemplar un escenario mayor se ve un mundo que experimenta cambios grandiosos, estremecedores. Muchos filósofos y pensadores señalan que estamos viviendo una colosal revolución, un cambio civilizatorio más penetrante de lo que fue la revolución de la agricultura hace 10.000 años.
Tal transformación tiene como protagonista central el vehemente y vertiginoso avance de la tecnología, en particular en el ámbito de la información y comunicación: la inteligencia artificial, la robotización, la biotecnología. Intensa experiencia vivida a la par del devenir de la globalización, de la eventualidad de una guerra nuclear y de la destrucción de la vida en el planeta por el cambio climático.
Es un escenario catastrófico para unos y de grandes oportunidades para otros. La verdad es que estamos frente a una enorme incertidumbre, de cambios penetrantes y extremadamente veloces.
Con la presencia del Chat GPT se ha desatado un debate universal. La sociedad, educación general y la universidad no pueden estar ausentes de la discusión. Más aún cuando han ingresado dudas enormes sobre la vigencia del sistema educativo tal cual está: ¿para qué mundo estamos formando? ¿no estarán caducas nuestras propuestas educativas para las personas saldrán al mercado laboral en 2030, 2040 y 2050?
Se habla de la caducidad de múltiples profesiones. De desempleo masivo. Millones serán considerados inútiles. Otros tanto estúpidos frente al surgimiento de seres súper humanos. La creación humana de conocimiento se reduciría. Las brechas sociales se agigantarían. Mayor concentración de la riqueza, más tiempo para la depresión, la drogadicción o para el ocio y el deporte.
Superemos el coyuturalismo, veamos el escenario completo y discutamos también sobre estos temas.