Brasil reelegirá mañana, domingo, Presidente de la República para el próximo período, entre los dos candidatos que obtuvieron mayor votación en la primera vuelta: Luiz Inacio Lula da Silva, que gobernó el gigante sudamericano dos veces y Jair Messías Bolsonaro, actual mandatario.
En especial los países de esta región están pendientes del desenlace de la contienda en la que los dos postulantes ostentan tendencias diametralmente opuestas y, durante la campaña mordaz que protagonizaron, se lanzaron graves acusaciones y ofensas mutuas y utilizaron la religión como elemento fundamental.
Lula, último referente del otrora vasto Socialismo del Siglo XXI, inculpó a su adversario de alcohólico, caníbal, misógino, antidemocrático, etc. y, a su vez, el Presidente en funciones lo calificó de anormal y le sacó a relucir la sentencia a doce años de prisión por su participación en el escándalo Lava Jato, por millonarios sobornos y gestiones ante otros gobernantes para que favorezcan aconstructores inescrupulosos, y su libertad anticipada, mediante artificios judiciales, lo cual corrobora la afirmación del diario El País, de España, que “de México a Argentina, pasando por Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia, dejar el poder supone, de forma casi automática, acabar en el banquillo“ y que “los enjuiciados pueden esquivar a la justicia y quedar impunes, con los bolsillos llenos…”
Las encuestadoras mantienen su pronóstico de que triunfará el aspirante del Partido de los Trabajadores, sin embargo algunos analistas estiman que podría haber una sorpresa, similar a la que se dio en Ecuador con el triunfo del actual presidente Lasso. Tan sólo dentro de unas horas se sabrá, a ciencia cierta, quien ocupará, desde el primero de enero del 2023 el Palacio do Planalto, sede oficial del Primer Mandatario en Brasilia.
Vale anotar que el Canciller brasilero, en su visita a Quito, el lunes último afirmó que su Gobierno colaborará con el nuestro en la lucha contra la alarmante inseguridad.