Estoy preocupado por el anuncio de Rusia que dice estar en posesión de un nuevo misil que alcanzaría velocidades no imaginables hasta ahora, me decía un embajador amigo. Hablando con el deseo, le contesté señalando que ese demonio llamado Vladimir Putin es muy capaz de alardear con algo que no posee. Claro que aspira a reconstruir el imperio ruso, pero es un país tan secundario que medido por el Producto Interno Bruto (la producción de bienes y servicios en un año) está en puesto 12, por detrás de Brasil, Canadá o Corea del Sur. Y en el ranking del PIB por habitante cae al puesto 49.
Estados Unidos no ha desmentido el anuncio ruso, comentó el embajador. La geopolítica ha cambiado mucho, dije por puro afán de dar una respuesta. Estados Unidos ya no parece desear el liderazgo mundial, o no quiere pagar su costo o le interesa más el éxito económico interno. Es bien sabido que para los electores norteamericanos lo que cuenta es la economía y que la política internacional no difiere de la nacional. Para países como Rusia o Corea del Norte, lo que cuenta es la imagen internacional y parecen avanzar hacia la reedición de la guerra fría. En la nueva geopolítica es difícil entender por qué El presidente Donald Trump decidió convertir en figura mundial a un tiranuelo como Kim Jong -un a quien el mundo le consideraba un payaso.
Pensando en la paz mundial acaso sea más importante el anuncio ruso de una web propia, la RuNet, que nos obliga a pensar que, en el año que se inicia, se jugará la partida definitiva del control virtual del mundo, la guerra de redes y el control de ciudadanos de un modo que no pudieron soñar los imperios totalitarios del siglo XX.
En la red los ciudadanos ya somos solo perfiles manejados por algoritmos que parecen satisfacer en cada consulta nuestros deseos pero, en realidad, se anticipan a ellos y los provocan. Los instrumentos técnicos y científicos adecuados para grandes proyectos totalitarios existen y son casi perfectos, dice el filósofo Gabriel Albiac, “soñar que no se usen no es ingenuo, es estúpido. La guerra que vendrá se jugará en las redes. Será, pues, más letal que ninguna otra: la muerte virtual sale barata; es lejana, impecable, no salpica de sangre ni de estiércol.”
El ejército de hackers rusos ha intervenido en procesos electorales de muchos países, incluidos Reino Unido, EE.UU. y España. Está difundiendo sus programas y su propaganda en todo el mundo, ha probado que puede suplantar programas nacionales y aprovechar para sus propósitos el historial de los ciudadanos en la nube, el conocimiento de los secretos y la bitácora de la navegación. El espionaje sobre el pasado y el diseño de perfiles individuales permitirá a los hackers rusos diseñar el futuro de los ciudadanos del mundo. Para que el control sea eficaz se requiere de una red propia, inexpugnable a los enemigos, autónoma y con servidores herméticos y autosuficientes. Es lo que Putin acaba de anunciar con la RuNet. Bienvenidos al futuro.
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