La codicia ilimitada y las ansias patológicas de volver al poder para incrementar las riquezas mal habidas, se han fusionado en un tornado que acecha y amenaza a las estructuras fundamentales del país.
La actitud belicosa del dirigente Iza, que ha producido efectos desastrosos, ha generado el despertar de la rebeldía de la ciudadanía que ha sido mancillada y está dispuesta a rescatar su dignidad, la de sus familias y la de su entorno, a cualquier costo. Este dirigente indígena que – en lugar de trabajar conspira a tiempo completo y oculta su holgada posición económica, alcanzada con contribuciones internacionales y otras arranchadas a los inocentes y engañados pueblos campesinos, a los que sanciona severamente si no cumplen con esas imposiciones económicas – no capta, en su torcida conciencia, que el desorden que crea puede desembocar en enfrentamientos sangrientos entre ecuatorianos.
Converge a esta ignominia la mayoría parlamentaria, obsesionada en utilizar sus curules como recipiendarias de las órdenes, que les llegan por internet desde Bélgica y México, con el exclusivo fin de conseguir el perdón y olvido de los atracos por los que están sentenciados y prófugos. No han entendido que la función de los legisladores es elaborar leyes, no deshacerlas, ni alterarlas, con ignorancia supina, para adaptarlas a su procaz interés de alimentar, junto a otros “disidentes”, el desorden institucional que anhelan crear, con la destitución del Presidente de la República, para dar inicio a la desaforada competencia de pesca del poder, increíblemente liderada por el Presidente de la Asamblea y respaldada por unos pocos asambleístas que no representan a sus partidos políticos.
La ambición desmedida de unos, sembradores de terror, y la desesperación por anular sentencias pasadas en autoridad de cosa juzgada, de otros, convertidos en potentados, han consumido el tiempo del trabajo legislativo en un proceder que ofende a la sensatez de la ciudadanía que, cansada de soportar tanta vileza, levanta su voz y expresa con ira y firmeza ¡BASTA YA!