Para los ingenuos que andan pintando palomitas blancas, fue un durísimo golpe. Para quienes -apoyando el proceso de negociación- somos más escépticos, el botafuegos contra todo y contra todos de alias ‘Iván Márquez’ no fue una sorpresa. Pero, para unos y otros, resulta indignante que el vocero de un grupo que ha asesinado a decenas de miles de campesinos, reclutado a miles de menores para la guerra, despojado de su tierra a miles de campesinos, masacrado a los más pobres en Bojayá, mantenido en atroces campos de concentración a miles de secuestrados, narcotraficado de los terroríficos carteles mexicanos, saqueado las finanzas de cientos de municipios necesitados y talado decenas de miles de hectáreas de bosques milenarios para sembrar coca, tenga la cachaza de dictarle cátedra al país sobre lo que está bien y lo que está mal.
Lo de ‘Márquez’ indigna tanto como el pronunciamiento de ese otro masacrador, despojador y narcotraficante que es Salvatore Mancuso, quien, a buen recaudo en una cárcel de alta seguridad de Estados Unidos, pidió el jueves por carta que los criminales de las AUC tengan asiento en la mesa. Es que no importa si son de derecha o de izquierda: los asesinos piensan muy parecidamente desde lo profundo de su cinismo, como Hitler y Stalin.
Pero volvamos a Oslo. No hace falta salir en defensa de los empresarios a los que ‘Márquez’ insultó y que, con sus más y sus menos, han activado la economía y generado empleo. Ni de la inversión extranjera, con unos actores mejores y otros peores que, en todo caso, han corrido el riesgo de apostarle a Colombia. Ni de los militares o los medios, a los que descalificó. Porque nada de eso se va a negociar en La Habana, si hemos de creerle a la agenda que Gobierno y FARC acordaron al final de la fase exploratoria. El jefe de la delegación gubernamental, Humberto de la Calle, tuvo que recordárselo a las FARC en la rueda de prensa en la instalación de los diálogos. Con claridad y lucidez, De la Calle dijo: señores, si quieren cambiar el modelo económico, dejen las armas, métanse a la política y consigan los votos de las mayorías para imponer desde el poder sus tesis. No va a ser en una mesa de negociación en la que las FARC no representan al pueblo donde se decidan esos complejos asuntos.
Si la agenda es respetada, el discurso de ‘Márquez’ quedará como la bravuconada de un comandante que quiere congraciarse con su tropa, a la que tiene abandonada, pues lleva muchos meses tomando whisky en lujosos hoteles de Caracas. Si las FARC pretenden forzarla, el Gobierno debe estar dispuesto a levantarse de la mesa. Por ahora, es temprano y urge mantener la cabeza fría, para no caer en las provocaciones del ala más dura de las FARC. Lo verdaderamente delicado fue la notificación de que este proceso no será corto.