La prestigiosa revista británica The Economist acaba de publicar un número dedicado al tema de los atentados terroristas ocurridos la semana pasada en Bruselas. A más del análisis que se puede encontrar en sus páginas, llama la atención el titular que se incluye en la portada: Bombings in Brussels, the new normal.
En efecto, esa va a ser la tónica en Europa. La “nueva normalidad”, término derivado del inglés para describir la situación o el estado actual de las cosas, estará caracterizada por mayor inseguridad. Se prevé que los atentados terroristas perpetrados por células del yihadismo en París, el 13 de noviembre, y en Bruselas, el 22 de marzo, se repitan en otras ciudades. ¿Dónde? ¿Cuándo? Nadie lo sabe.
Y es que el problema no se reduce únicamente a neutralizar o debilitar al Estado Islámico en Siria e Iraq. El fundamentalismo islámico se expande como un virus no solo en Oriente Medio sino en otras partes del planeta. Haciendo uso de redes sociales, blogs o videos en YouTube, el Estado Islámico (EI) ha reclutado ya a cientos de personas. El yihadismo tendría actualmente militantes en 40 países. En el caso de Europa, se han unido a la causa jóvenes de Alemania, Francia, Bélgica, Dinamarca, España, Suiza, Italia, Noruega, Reino Unido y Austria.
En los últimos meses el EI ha entrenado a cerca de 400 combatientes para que ataquen diferentes puntos estratégicos de Europa, con la consigna de causar el mayor daño posible. En consecuencia, la mayor amenaza no está afuera sino dentro de sus fronteras. Los autores de los atentados de París y Bruselas son europeos.
Si uno mira los perfiles de estos jóvenes, todos pasaron por el sistema educativo europeo e interiorizaron ciertos valores de la cultura occidental. Sin embargo, ¿cómo es posible que hayan atentado contra su propia sociedad? ¿Cómo se explica que dos jóvenes belgas, criados en una familia conservadora musulmana, primero se convirtieron en delincuentes que atracaban bancos y luego en fanáticos religiosos dispuestos a morir y matar indiscriminadamente en el aeropuerto y en el Metro de Bruselas?
Aunque no están del todo claro las causas de ello, me atrevería a lanzar una hipótesis. Muchos de estos jóvenes son hijos de inmigrantes, viven en guetos o barrios periféricos de las grandes ciudades y han sido víctimas de la discriminación y exclusión social.
En consecuencia, a más de lo que se pueda hacer para frenar la influencia que está teniendo el EI y de las medidas de seguridad que tomen los países europeos para disminuir el riesgo de atentados terroristas, es importante que se emprendan acciones para mejorar la integración de los inmigrantes en Europa, reducir la exclusión y discriminación social, demandar mayor presencia del Estado en zonas periféricas, impulsar programas sociales dirigidos especialmente a jóvenes, entre otros.
La nueva normalidad está dada por la presencia del terrorismo fundamentalista en Europa. ¿Qué pasos están dispuestos a dar sus gobernantes para mitigar esta amenaza?