Todo indica que el reciente dictamen del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre detenciones arbitrarias servirá de muy poco para aliviar el agobiante encierro del ‘hacker’ australiano, Julián Assange. La determinación de las autoridades británicas, de detenerlo apenas saque un pie de la Embajada ecuatoriana en Londres, lo pone ante una sola alternativa: rendirse.
¿Cuánto tiempo más podrá estar Assange encerrado en una pequeña oficina sin llegar a enloquecer? ¿Hasta cuándo el Gobierno ecuatoriano llevará sobre sus hombros la pesada carga de este asilado? Las respuestas quizás sean ‘muy pronto’…
Assange y el canciller Ricardo Patiño saben que la cuenta regresiva ha comenzado. Por lo tanto, les resultará muy difícil emprender un nuevo y engorroso trámite jurídico, pues mayo del 2017 -fecha en la que el correísmo posiblemente deje el poder- está a la vuelta de la esquina. Y de llegar un gobierno de otro color es probable que se revisen las condiciones de su asilo.
Tanta bulla diplomática para que Assange y Patiño queden más arrinconados que cuando esta telenovela empezó. El encierro en la legación diplomática va para el cuarto año. Si el ‘hacker’ se hubiera entregado a la justicia sueca para hacer frente al juicio por supuestos delitos sexuales, a lo mejor su vida tuviera más certezas.
Ahora, no solo la fama de Assange ha perdido quilates e interés mundial. Sus abogados han demostrado poca habilidad para defenderlo. Bien pudieron haber persuadido al Grupo de Trabajo de la ONU para que su informe, que no es vinculante, fuera menos categórico. Es decir, que en lugar de haber insistido en la tesis de detención arbitraria, se pudo haber planteado un acompañamiento directo para que Assange dejara la Embajada, con cierta dignidad, y enfrentara el juicio en Suecia exigiendo garantías. Ahora solo le queda esperar a que el encierro no se vuelva intolerable o que mayo del 2017 le llegue lo más tarde que pueda.