Columnista invitado
La Medicina ha evolucionado notablemente desde tiempos remotos. En la Edad Media Vesalio disecaba, en secreto, cadáveres, para conocer la anatomía. Harvey descubría la circulación de la sangre, nuestro Eugenio Espejo se adelantaba al señalar que las infecciones eran trasmitidas por unos “atomillos” que, con posterioridad, serían identificados por Pasteur, como microbios o bacterias.
Jenner aplicó la primera vacuna; Flemming cultivó el primer antibiótico, la penicilina; Roentgen descubrió los rayos X. Todos hitos de progreso de las ciencias de la salud, que se han optimizado en la actualidad con la informática, la genética, la bioquímica y la explosión molecular y han enriquecido al mundo científico, para bien de la humanidad.
A lo largo de la historia, el médico ha sido considerado y reconocido, por su permanente disposición de ayuda y por su ejemplar disciplina para el estudio y el trabajo. La retribución de cariño y respeto de sus pacientes y de la sociedad son el más valioso galardón.
Desgraciadamente, en nuestro país, el Gobierno que fenece concretó acciones de repudio a este grupo profesional, trató de suprimir los organismos gremiales, separó del trabajo a profesores experimentados para reemplazarlos con médicos extranjeros, en su mayor parte bisoños, sin experiencia y, con mucho ruido, incluyó, con el eco de la Asamblea, en el Código Penal Integral, artículos de difícil comprensión que judicializan la labor médica.
El corolario de esta gestión está por concretarse mediante la aprobación de la reforma del Código de Salud, tan perjudicial, que los mismos asambleístas que lo elaboraron, han solicitado reiteradamente varios aplazamientos de la sesión en que se lo aprobaría.
Artículos de esta reforma estatuyen que los jóvenes profesionales no podrán concursar para obtener un trabajo, pues la autoridad respectiva es la única nominadora, sin considerar los méritos del aspirante; dictaminan la imposición de sanciones simultáneas en las que se incluyen la suspensión temporal o definitiva del ejercicio profesional. No establecen límites económicos para las demandas, y las sentencias pueden exigir compensaciones millonarias, inalcanzables.
Se pretende catalogar a los integrantes del sector de la salud como servidores públicos, dependientes del Estado, en el trabajo y en la remuneración, y se trata de extinguir, de esta manera, el ejercicio profesional privado.
Se necesitan leyes que regulen la atención médica, sin impunidad, pero no es dable la penalización del trabajo profesional, ni la mala interpretación de una complicación como si se tratase de una acción criminal.
Es importante que se reforme el Código de Salud, con enunciados coherentes, con la contribución de jurisconsultos probos y bien intencionados.