¿… para qué necesitamos enemigos?
Recopilando sucesos, cabe alarmarse del estado de la moral en que nos corresponde vivir; así como de la elevación del dinero a categoría divina.
Para algunos, si hay que robar, estafar, engañar, mentir, no hay problema si el objetivo es conseguir dinero u otros bienes. Si no estamos enajenados, por lo menos hemos comenzado a transitar por el camino en que la razón ya no funciona.
En nombre de una “revolución” de izquierda, permitimos influencia perjudicial de los gobiernos de la “hermana” Venezuela. Un día llegó el líder máximo Crnel. Hugo Chávez para inaugurar –junto con el ex Presidente Correa- los trabajos de una refinería en Manabí. Con el show de siempre, fueron al terreno, colocaron la primera piedra, les tomaron fotos; mientras los de Venezuela adquirían derechos de explotación de una parte de nuestros pozos petroleros. ¿Resultado? Ninguno.
Hoy anhelamos que compañías extranjeras, con sus propios dineros –ya que no los tenemos- construyan la refinería.
Los “hermanos” del Gobierno de Venezuela, esta vez con el Presidente Nicolás Maduro, quieren sacar provecho de aquella obra en la que su Jefe anterior colocó la primera y última piedra. Comienzan a recordar sus derechos en el proyecto, junto con Petroecuador.
¿Realidad?: el Ministro de Energía Carlos Pérez expresó: “Nadie va a querer invertir en la Refinería si tengo un problema con Pdvsa” (la Estatal Petrolera del país hermano)
Mientras, el revolucionario venezolano consume un banquete de USD 500 en Turquía, cientos de miles de venezolanos emigran por el mundo, pues en su país carecen de todo. Comiendo opíparamente, asegura que cada migrante viene con miles dólares y en Colombia, Brasil, Ecuador, Perú se los están robando. ¿Qué nos está aconteciendo?
Un ciudadano nacido en Australia, Julian Assange, obtuvo asilo en nuestra Embajada de Londres. Nos califica de país “insignificante”; convierte a la Embajada en lugar de difusión de hechos adversos contra Estados Unidos y propicia independencia de un sector de España. En lugar de entregarlo a la justicia de Suecia donde le reclamaban por abusos sexuales, acá tenemos la ingenuidad, ¿o la audacia? de hacerle nacer en Quito, parroquia Chaupicruz, extenderle partida de nacimiento y, por poco concederle categoría diplomática para que pueda salir de la Embajada y traerlo a su ciudad de nuevo nacimiento, Quito, Capital del país insignificante, según él. Una legión de siquiatras debería examinar a nuestros políticos, pues lo que están haciendo parece cosa de locos. Donde la Contraloría pone sus ojos, encuentra negociados y graves perjuicios al sector público. En el sector popular, el robo incluyendo a niños, asaltos, droga, sacapintas y sicarios supera a las autoridades. ¿Sálvese quien pueda?