Recuerdo las palabras del Papa en Trujillo cuando mencionó que muchas situaciones de violencia contra la mujer se quedan silenciadas entre tantas paredes e invitó a luchar contra esta fuente de sufrimiento. El Papa pedía que se promoviera una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia. Lo peor sería que la violencia machista se “naturalizara”, que semejante barbarie nos pareciera natural…
Más de 800 millones de mujeres en todo el mundo sufren violencia sólo por ser mujeres. El tiempo y la cultura macha han ido viralizando la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer, algo que la sociedad fomenta o calla. La violencia sobre la mujer es un problema gravísimo. Son muchas las mujeres que viven con miedo o mueren a manos del salvaje de turno que proclama con orgullo de macho herido: “O eres mía o de nadie”.
Son muchos los que piensan que la violencia entraña una agresión física capaz de llevarte a urgencias, pero no es así. El maltrato en las relaciones de pareja va desde la degradación hasta la intimidación, desde el acoso psicológico al femicidio puro y duro. La plaga de los femicidios es inaceptable. Por eso, una agresión del tipo que sea ya es demasiado. Las cifras que da la OMS resultan escandalosas. Estima que una de cada tres (35%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o por terceros en algún momento de su vida.
La denuncia de esta realidad abusiva y la lucha por erradicarla forma parte de un feminismo necesario que quiere visibilizar y dar voz a los que sufren. Ojalá que quede claro, en la conciencia del pueblo y de los jueces, que cuando una mujer dice no, es no. ¿Recuerdan el caso de la Manada de Pamplona en España? Todavía hoy se discuten los límites del consentimiento, si la mujer sintió placer y colaboró con sus agresores…
Nos olvidamos de que el motivo de estas agresiones no es sólo el deseo sexual sino también el ejercicio del poder y la necesidad de demostrarse a sí mismo quién es el que manda… Por eso el dominio, la humillación y el terror acompañan a la violencia sexual ubicándola en un espacio no siempre fácil de afrontar. Bienvenidas legislaciones más claras y severas, ¿será suficiente? En este, como en tantos temas, brilla con luz propia la necesidad de la educación desde el hogar, en la escuela y en cualquier espacio de formación.
La capacidad de transmitir valores y antivalores es demasiado grande. Resulta muy duro que niños y jóvenes entren con tanta facilidad en la lógica del machismo. Lamentablemente, es lo que ven y oyen todos los días. Nos toca tomar conciencia y tomar distancia de cualquier abuso, de cualquier banalización de la condición femenina. Pasarán generaciones, pero hay que sembrar con lucidez y constancia para poder cosechar algo bueno.