Washington Herrera
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Como no aplaudo antes de que concluya un concierto cuya partitura aún no se la conoce, voy a comentar sobre la base de las informaciones generales que hasta ahora se disponen sobre la conclusión de las conversaciones para llegar a un acuerdo comercial del Ecuador con la Unión Europea (UE), que luego se plasmarán en los textos sobre lo acordado y que serán puestos a consideración de las instancias correspondientes, tanto en el Ecuador como en la Unión Europea -que son La Comisión, el Parlamento y el Consejo Técnico- antes de que entre en vigencia provisional el tratado definitivo, en un plazo que debe ser menor al insumido en los casos de Perú y Colombia, porque el Ecuador se habría sumado a dichos acuerdos, probablemente con pequeñas particularidades.
Compleja debió ser la tarea de los representantes ecuatorianos que no tenían poder de negociación que no sea el pequeño mercado ecuatoriano que se abrirá a la producción europea, mientras que ellos contaban con un poder de negociación incontrastable como son su amplio mercado y la extensión, sobre bases jurídicas seguras, de las rebajas arancelarias que contempla el Sistema Generalizado de Preferencias Plus, que regirán hasta diciembre de este año para algunos productos importantes del Ecuador.
Además, no cabía esperar muchos temas diferenciados porque la cancha ya estaba delineada y las reglas del juego también, por lo que lo acordado debió ser lo único posible.
Mientras tanto, debe diseñarse un mecanismo que implique que el Ecuador no sufrirá -desde 2015- merma alguna del tamaño de las preferencias actuales para que los importadores europeos no desvíen sus pedidos a otros países, aclarando que en el caso del banano se bajará el impuesto específico hasta 75 euros por tonelada que regirá para siempre desde el año 2020, para Colombia, Centroamérica y Ecuador.
Entonces este mecanismo de transición debe prever cláusulas flexibles que eviten el pago de los aranceles o que aseguren una devolución retroactiva, a fin de que, por lo pronto, sigamos vendiendo lo que tenemos.
Pero un tratado de esta naturaleza, previsto para una vigencia de largo plazo, debe servir para exportar nuevos productos ecuatorianos a Europa, para que no tengamos solo costos reales a cambio de beneficios potenciales.
Entonces, debemos identificar desde ya qué nuevos productos podemos vender al mercado europeo abierto irrestrictamente, para lo cual cabe promover las inversiones extranjeras y nacionales, sobre la base de un aumento sostenido de una productividad auténtica.
Los importadores ecuatorianos que han gozado de alta rentabilidad, deben emprender en la actividad exportadora para asegurar sus dólares si hay algún evento abrupto que cercene la entrada de dólares al país.