Un presidente autoritario, Andrés Manuel López Obrador de México, acuñó la frase “Abrazos, no balazos” para definir su política frente a los carteles del narcotráfico. El gobierno asegura que su estrategia da resultados y que la violencia empieza a bajar. Los opositores no están de acuerdo y sugieren que tiene un pacto oculto.
Otro presidente autoritario de la región, Nayib Bukele de El Salvador, optó por la estrategia opuesta, “balazos, no abrazos”, para enfrentar a las sanguinarias pandillas de su país. En una población de poco más de seis millones de habitantes, llevó a la cárcel a más de 50 000 delincuentes que mataban, cobraban impuestos y aterrorizaban a los ciudadanos.
El presidente Guillermo Lasso optó por la política de abrazos, no balazos, con la revolucionaria dirigencia indígena y la oposición, pero casi le cuesta la destitución. Ahora ante la violencia de los carteles del narcotráfico, ha cambiado a la política de balazos y no abrazos, poniendo policías y militares en las calles y diseñando un plan estratégico para enfrentarlos con toda la fuerza de la ley. La imagen del presidente ha mejorado.
Alguien preguntaba si Ecuador había pasado por circunstancias similares con anterioridad. En el gobierno de León Febres Cordero apareció la guerrilla de “Alfaro Vive” que ponía bombas, asaltaba bancos y aterrorizaba al gobierno y a los ciudadanos con el respaldo de la guerrilla colombiana y de Sendero Luminoso del Perú. El Congreso, con mayoría de oposición, buscaba pretextos para destituirlo y fue secuestrado por un grupo de militares de la Fuerza Aérea. Febres Cordero aplicó la política de balazos, no abrazos, para derrotar a la guerrilla.
La sociedad civil, ahora, tiene que presionar a la oposición para que se distancie de las bandas del crimen organizado, debe presionar al gobierno para que el plan estratégico cuente con recursos, personal y expertos y a todas las instituciones del Estado para que trabajen en unidad al menos cuando la patria estáen peligro.