El silencio reinaba en el interior de la Casa de la Selección a las 14:00 del último viernes. A esa hora, los 15 jugadores que empezaron con los entrenamientos desde el jueves y el cuerpo técnico ya estaban en sus habitaciones, descansando, tras el almuerzo.
Pero en la utilería, en la cocina y en otros sectores distantes de los cuartos, el movimiento continuó incesante. Todos se esmeraban por cumplir con sus labores y para tener a los seleccionados satisfechos.
Son 16 colaboradores que trabajan en ese recinto, quienes con su labor diaria consienten a los pupilos del DT Reinaldo Rueda. Además, comparten experiencias, anécdotas y momentos de esparcimiento. Cuatro de ellos contaron a LUNES DEPORTIVO de qué manera cumplen con la premisa del estratega colombiano, de mimar a los integrantes del equipo que este viernes (16:00) luchará por vencer a Uruguay.
La ‘madrina blanca’
Prefiere ropa cómoda, casual y no le importa ensuciarse las manos si tiene que intervenir en alguna tarea para el mantenimiento de la Casa de la Selección.
Yaghna Romero, una quiteña de 40 años, vive feliz dentro de este espacio deportivo por el afecto que recibe de los jugadores. Ella también es cariñosa con ellos. De hecho, a Jefferson Montero le dice “mi hijo”. Y cuando él llega al complejo pregunta por su “madre”.
Aquella tarde, la arquitecta que contribuyó en la construcción de la Casa de la Selección, vestía un jean azul y una camisa de cuadros. A través de un radiotransmisor se comunicaba constantemente con otros colaboradores dentro del lugar. También tiene contacto permanente con Vinicio Luna, jefe de Logística de la Ecuafútbol.
Su preocupación por los integrantes de la Tri se notó, por ejemplo, con Montero, quien en la anterior convocatoria llegó resfriado a Quito. Ella se quedó hasta las 23:00 pendiente de que recibiera su limonada caliente.
En otro momento, Gabriel Achilier -defensa que salió de esta concentración por una lesión- recibió la visita de sus hijos. Yaghna se puso a jugar con ellos y los cuidó, mientras el zaguero conversaba con su esposa.
Incluso, llevó a lavar en seco la ropa de calle de los seleccionados. “Les engreímos en todo. Nos preocupamos hasta cuando están tristes. Ellos hacen lo mismo conmigo, con todos quienes trabajamos aquí. Los jugadores saben que este es su hogar”, dijo sonriente la funcionaria, a quien también le dicen de cariño ‘madrina blanca’.
La ‘madrina de chocolate’
Consuelo Gonzalón es afrodescendiente. Nació en Ibarra hace 48 años. Es risueña, bromista y “buena bailarina”, según los propios jugadores de la Tri. Por eso la apodan ‘madrina de chocolate’, en contraste con Yaghna Romero.
La cocina y el comedor no son solo espacios en donde alimenta a los seleccionados. En ocasiones también se convierten en una pequeña discoteca improvisada. Allí Consuelo, la cocinera oficial, y los integrantes de la Tri muestran sus mejores pasos al ritmo de la salsa, la bomba, el reggaetón… “Ahí nos damos, los muchachos también son buenos bailarines”, contó sonriente, como siempre. Sus dientes blancos brillaban y su mirada era coqueta. Aquella tarde estaba terminando de asear el comedor, con ayuda de sus colaboradores Isabel Maya, Javier Campos y Andrés Ortega.
Consuelo también mima a los jugadores como si fueran sus hijos. En ciertas ocasiones se le escabullen y se comen galletas o frutas. Pero la locura se desata cuando el equipo está completo.
Jugadores como Pedro Quiñónez -que tampoco está en esta convocatoria por lesión- y Walter Ayoví suelen prender los fogones y freír patacones o hacer periquito (huevo revuelto con tomate y cebolla). Todo al ritmo de la música que sale del minicomponente que está en una repisa. “Son traviesos. Se me roban la cocina”, agregó mostrando nuevamente su sonrisa.
Gracias a la Tricolor ha conocido Argentina, Colombia, Venezuela y Bolivia, adonde ha viajado con su sazón y sandunga. Eso sí, nunca los visita en las habitaciones “para no tener decepciones” al verlos desnudos, bromeó otra vez.
El comedor también es un sitio de concentración para compartir anécdotas y conversar hasta altas horas. A los jugadores les gusta bajar a reír con las ocurrencias de esta señora de figura esbelta.
Otra muestra de su cariño se dio en el inicio de la eliminatoria 2014. Jaime Ayoví dijo que si metía un gol a Venezuela quería comer un encocado de pescado, pero entero. Vio el encuentro por televisión en el comedor y celebró el tanto junto con Yaghna. Entonces se acordaron y la arquitecta envió enseguida a su esposo a comprar el marisco para prepararlo.
Él que se ganó la confianza
Juan Méndez, ‘Juanito’, cobra un salario bajo (pidió no revelar el monto) en relación con lo que ganan los jugadores, el cuerpo técnico y hasta que otros colaboradores con mayor tiempo al servicio de la Tri. Pero, siempre luce contento en los entrenamientos del equipo.
Demuestra que adora su trabajo y así lo confirmó aquella tarde, en pleno ajetreo. Eran las 14:30 y debía tener toda la utilería (conos, estacas, balones, etc.) lista para las 16:00, hora del inicio de la práctica en la cancha principal.
Él es primo de Édison Méndez, el volante mundialista de Liga (Q). También recomendó a Consuelo Gonzalón para el puesto de cocinera. Y su mundo siempre giró en torno al balón, pues jugó en Aucas entre los 16 y los 21 años, pero una lesión de menisco lo dejó fuera de acción definitivamente.
Hoy, con 39 años, se ha convertido en un confidente de los seleccionados. Además de las labores cotidianas de utilería, lleva a reparar los celulares o computadores de los pupilos de Rueda. Les ayuda a comprar los chips e, incluso, solapa uno que otro gustito con chocolates o golosinas pequeñas.
Cerca de la Casa de la Selección no hay tiendas o despensas. Por eso suele complacerlos en lo que puede, hasta comprando artículos de aseo personal “dentro de lo permitido”, aclaró mientras clavaba las estacas en el césped. Vestido con el uniforme de entrenamiento de la Tri parecía un jugador más, pues luce una figura atlética.
Fue él quien colgó un saco de arena en medio del gimnasio de la Casa de la Selección, “para descargar las iras o el estrés”, bromeó. Ahora todos le pegan con fuerza en medio de los ejercicios físicos.
Por esas muestras de lealtad y confidencialidad, los jugadores, especialmente quienes militan en el exterior, le han obsequiado camisetas de sus clubes. “No puedo defraudarlos nunca. La confianza es fundamental”, aseveró. Lo mismo ocurre con Consuelo, Yaghna y con Richard Buitrón.
Buitrón, otro feliz mimador
Richard Buitrón ya es considerado una institución dentro de una institución. Ayuda en la Selección desde 1998. Empezó como utilero y actualmente está considerado como parte del cuerpo técnico por su aporte e influencia.
Ese viernes, a una hora de que iniciara la práctica, el quiteño de 41 de años puso en orden como siempre los uniformes y los pupos para el entrenamiento. Estrenó lentes, que no escaparon a la vista de los bromistas jugadores. “Habla ‘Felipao'”, le molestaron durante la mañana al verlo con las nuevas lunas. Realmente son parecidas a las que suele utilizar Felipe Caicedo, el ariete del Lokomotiv ruso y titular con Rueda.
A ese grado de confianza llega la amistad que tiene con los futbolistas. Él los complace con indumentaria como licras, zapatillas, medias cortas, etc., todo para su comodidad. Pero también atiende pedidos más exigentes, como camisetas estampadas con nombres de familiares y amigos de los seleccionados y que ellos obsequian.
“Esos muchachos joden mucho”, contó soltando una carcajada mientras miraba sus lentes.