Un forzado de pecho de Sebastián Castella con el gran toro Barco, de Las Ventas del Espíritu Santo. Dos orejas.
La tarde fue para Sebastián Castella, quien se llevó tres orejas y la corona de cafeto, que simula al laurel de los triunfadores y firmó, la que -dijo- fue su mejor faena en la plaza de manizales.
Los alternantes no contaron con mucha suerte. El experimentado Paco Perlaza, sin material, y Álvaro Lorenzo, con sus buenas maneras pero sin rematar con la espada. En su primero, Castella cortó una oreja de mérito y en su segundo, las dos orejas.
Se lidió un encierro de Las Ventas del Espíritu Santo, el hierro del maestro colombiano César Rincón.
Guillermo Rodríguez firma su crónica en el Portal Tendido 7 y dice: ‘Barco’, ese precioso y bien hecho toro de “Las Ventas del Espíritu Santo “ha sido extraordinario y Castella supo llevar a buen puerto pese a que el primer puyazo trasero lo mermó. Empujó con clase en el caballo. En el sorteo todos los banderilleros y apoderados miraron al ‘507’ con la pretensión de llevárselo a su matador pero solo uno tenía ese privilegio y fue Sebastián, el de Beziers. El toro tuvo el honor de la vuelta al ruedo.
En el conjunto de la bien presentada y noble corrida del maestro César Rincón, lució sus galones ese noble y bravo toro que humilló, fue fijo, se empleó en el capote. Se mascaba la faena grande y así fue. Como era bravo, a los medios. Planeaba de tanto meter el morro. Un manojo de mano baja de naturales, el olé sonoro e irrumpe el Feria de Manizales “que es el honor por una faena que lo merece. El toro va hasta el final, la gente en pie. El pase de las flores ( como escondiendo detrás de la cadera la muleta). Acudía presto y con alegría a los engaños. El fenotipo del toro se agigantaba a medida que la faena transcurría entre ovaciones y vivas al torero. Se insinuaba el indulto…”.
Y que finales del toro …
Castella se perfila, la muleta, a las pezuñas, la espada en la mano derecha, levemente curvada, se vuelca con seguridad, con el alma y el toro rueda. Dos orejas, la revolución bulliciosa en la plaza y César Rincón, el maduro maestro que un día de 1991 comenzó a hacer historia con la primera de las seis salidas en hombros de Las Ventas, comenzó a llorar. Le caían los lagrimones por su curtido rostro. Muchos, dijo a este periodista, han querido mi derrota y este triunfo que no es solo mío sino de la gentes que quiero, me reivindica… si es que algo tengo que reivindicar. El ganadero bogotano entró en un largo silencio, cogitaba, musitaba para sí, hablaba con su otro yo, con sus fantasmas en tanto su hijo Juan José llegaba desde el palco ganadero a darle un abrazo, abrazos que se repetían de gentes que salían desde distintos burladeros del callejón. Castella comenzaba su triunfal y aclamada vuelta al ruedo, porque había entendido al toro que se levantó en una finca que mira a un enorme cerro (El Tablazo, en el municipio de Albán).
El ganadero sabe de glorias pero también de sinsabores y tocado con su sombrero aguadeño ocultaba su alegría transitada por un llanto que se percibió como la explosión de muchas sensaciones contenidas”.