Hinchas brasileños. Foto: AFP
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En Argentina, muchos sonrieron, hubo miradas cómplices, bromas en los programas de TV. El 7-1 de Alemania ante Brasil generó todo tipo de reacciones.
En el Mineirao, lleno de hinchas locales, apenas hubo un puñado de fanáticos albicelestes.
Aquí un fragmento del relato en primera persona publicado por uno de ellos, quien vio el histórico encuentro rodeado de brasileños.
“La hora se acercaba. Era tal el ambiente que el himno alemán no llegaba a escucharse. El himno brasileño fue una locura, erizaba la piel. Me imaginaba en el cuerpo de los alemanes y no podía predecir la reacción que tuvieron unos minutos después. Empieza el partido: el murmullo y los gritos son ensordecedores, también los silbidos cuando la pelota la lleva un europeo.
Müller mete el 1-0 y veo los primeros lamentos de la tarde. Me mimetizo con ellos. De pronto, llega el momento que nunca voy a olvidar, esos cuatro goles en seis minutos, algo increíble. Veo a los brasileños shockeados, sin reacción. Si al principio sentía cierto temor, esos rostros boquiabiertos parecían inofensivos, sin fuerza para hacerle daño a nadie. El estadio estaba en silencio, asistía atónito a una pesadilla jamás imaginada.
En media hora, Brasil pierde 5-0 la semifinal de su Mundial. No puedo creerlo. Parece un sueño, pero lo vivo con los sentidos alerta. Veo a lo lejos a un alemán que grita los goles, no le dicen nada, pero uno no puede descuidarse. Te das cuenta a medida que avanzan los días que los argentinos ya no somos tan simpáticos para ellos. Se termina el primer tiempo, con estruendosos silbidos. Voy al baño, hay discusiones, algunas peleas entre hinchas. Me vuelven a preguntar de dónde soy, respondo en inglés, como si no entendiera lo que me decían.
El segundo tiempo es realmente para disfrutar. Los veo callados, sin entender lo que ocurre, se desesperan porque se pierden un gol que sería el 5-1. Silban a Fred, gritan ole con los pases de Alemania. Qué baile. Hasta aplauden después del 7-0.
No pude gritar los goles, pero sí los festejé por dentro, por esos hinchas brasileños que me cargaban cuando Argentina no podía con Irán o los que no paraban de hablarme cuando Suiza nos hacía el partido imposible.
Igual, llegué a sentir pena por los jugadores de Brasil. Cargaron con tanta presión durante todo el Mundial. Salían a la cancha y ya sentían la guillotina. Los vi a todos juntos, después de ser humillados en la cancha, y los silbaban. Hasta tuvieron que pedir perdón.
Cuando salí del Mineirao, imaginaba el peor escenario. Por suerte, no pasó nada, fue muy tranquilo, parecía que nadie podía dejar atrás ese shock.
Llegué al hotel, por fin pude celebrar una jornada que nunca voy a olvidar, un día que quedará por siempre en la historia”.