Hace tiempo que Quique Domínguez decidió dejar de entrenar a pequeñas promesas del fútbol. No necesitaba hacerlo más, convencido de que ya había pasado por sus manos el “mejor jugador del mundo”, Leo Messi.
“Deseo de corazón algún día cruzarme con él, darle un abrazo y decirle al oído: ‘Gracias, lo lograste'”, cuenta en una emotiva charla con EFE.
“Para mí Leo es un elegido. Así como ha habido grandes pintores, músicos, Leo tiene el don de jugar al fútbol“, sentencia.
Mate en mano, con su entrañable perro dando vueltas por el jardín de su casa en Rosario, ciudad argentina que vio nacer a ‘la Pulga’, Domínguez desgrana los recuerdos que le quedan del poco más de un año -“todo el 99 y un par de meses del 2000″, detalla”- en que entrenó al astro en la escuela infantil de Newell’s Old Boys, uno de los principales clubes rosarinos.
“Era muy, muy menudito, pero esto no le quitaba la posibilidad de competir con chicos más fuertes, más grandes. Leo, si hubo algo que lo diferenció siempre, es su valentía. Es un pibe muy valiente a la hora de disputar la pelota, de competir”, asevera el padre de los exfutbolistas Sebastián y Nicolás Domínguez, hoy ayudantes de campo de Hernán Crespo en el catarí Al-Duhail.
“EL ELEGIDO”
Tras comenzar pateando la pelota en Rosario e introducirse en un club cercano a su casa, Leo entró a Newell’s en 1994, con siete años.
Y fue a los 11, poco antes de que el Barcelona se fijara en él, cuando Quique entrenó al grupo de chicos en el que estaba él.
“Lo disfruté más que entrenarlo. Porque Leo a los 11 años ya sabía absolutamente todo lo que sus compañeros y otros pibes podrían aprender en los próximos 6, 7, 8 años. Él iba muy adelantado en formas de juego, la forma de pegarle a la pelota, en la gambeta, en la finta…”, recuerda.
Y no da rodeos: “Dios le dio el don de jugar al fútbol, a él le gusta y siempre se fue perfeccionando para poder disfrutarlo”.
“Para un chico de 11 años, una cosa es pensar y otra cosa es trasladarlo al cuerpo, a los pies, al espacio, al entorno, y Leo lo hacia con una rapidez, una exactitud y una precisión que con los años que tenía tiene que ser un don, algo innato, que es la coordinación”, agrega.
Domínguez fue el último entrenador de Messi en la escuela, y después el pequeño astro estuvo un breve tiempo en las divisiones inferiores del club, antes de que su papá, que no podía costear el tratamiento que necesitaba y que tampoco le proporcionaba el club rosarino, buscara otras opciones.
“Primero pasó por River (Plate). Supuestamente le iban a costear los estudios, pero tenía que llevar el pase libre de Newell’s y Newell’s no le iba a dar el pase, supuestamente lo pensaba el padre, y apareció esta opción de alguien que mandó un video a España y se enamoraron. Era imposible que no te enamoraras de verlo jugar”, evoca.
MESSI O MARADONA
Sobre quién es más… si Maradona o Messi, opina: “Diego era más transgresor, más rebelde. En cambio los niños de Argentina, y creo que del mundo, ven en Leo un héroe manso, que no grita, es casi el héroe de los pibes”.
“Maradona fue campeón del mundo, fue mejor jugador del mundo en algún periodo, pero Leo tiene 6 balones de oro (son 7), es campeón mundial juvenil, de la Copa América, tiene todos los récords, es el que más ha jugado para la selección, el que más goles ha hecho para la selección”, señala.
Por todo esto, él no duda: Leo es “el mejor jugador no del mundo, de la historia“.
Y reconoce que tras el “año y pico” que entrenó a Leo, además de otras situaciones personales, se quedó “sin expectativa”: “Yo sentí como que ya está, no hay algo mejor”. Y renunció a seguir entrenando.
“Mi gran sueño fue ser jugador de fútbol profesional. Se me truncó la carrera, pero la vida me recompensó con un gran jugador de fútbol como fue mi hijo mayor, como un apasionado del fútbol como es mi segundo hijo, que también fue jugador pero semi amateur”, asume, y añade que lo que más le dio la vida fue “la posibilidad” de cruzarse con Messi.
VOLVER A VERLO
La emoción se apodera de él cuando se le pregunta si volvió a ver a Leo: “Me emociona cada vez que digo que no”.
“Yo los dejo en paz. Los entrené, ojalá hayan aprendido algo, todo bien. Yo deseo de corazón algún día cruzarme fortuitamente con él y darle un abrazo y decirle al oído: ‘gracias, lo lograste’. El sueño de jugar al fútbol lo logró, y cuando alguien tiene un sueño y lo logra para mí es maravilloso”, sentencia.
“Solo Leo puede saber qué le quedó de mí, alguna imagen, alguna palabra, alguna experiencia de mí. Yo lo que estoy segurísimo de adjudicarme es haber acompañado el sueño”, indica.
¿Terminará Leo su carrera como futbolista en Newell’s, donde comenzó?
“Me da la sensación de que, afectivamente, a él le gustaría vestir la camiseta de Newell’s. La realidad es otra, en una ciudad que se esta poniendo demasiado violenta, insegura, un jugador que genera tantas expectativas económicas y todo lo demás, por ahí tengo mis reservas de que pueda venir. Pero creo que a Leo, si se dan algunas condiciones, le encantaría ponerse la camiseta de Newell’s”, culmina.
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