El reclamo de Alfredo Intriago por mejorar las seguridades para los árbitros en todas las categorías de los campeonatos que se juegan es válido. No es posible que aún se agredan a árbitros, asistentes de líneas, futbolistas… Esas escenas eran comunes entre los años sesenta y noventa. Allí había directivos que amenazaban con revólveres a los jueces en los camerinos.
En esta época de la tecnología, con un país, aparentemente desarrollado en el fútbol, aún se den esas barbaries como la que se vivió días atrás en Pelileo. Parafraseando como un #hashtag: “no es de Dios”.
Es cierto que ese capítulo merece una sanción, como ya procedió la Comisión Disciplinaria de la Ecuafútbol, pero, además, no puede ser un pretexto para inmediatamente sugerir la suspensión del torneo. La dirigencia que administra el arbitraje está actuando en la misma forma cómo lo hace la dirigencia de los clubes: en ocasiones con prepotencia y soberbia; asumiendo tener la verdad. Esos no son los procedimientos adecuados para plantear soluciones.
El fútbol no le pertenece en su totalidad a la Ecuafútbol ni a sus asociados. Estas organizaciones deben tener en cuenta que en este deporte participa el hincha, el que asiste a los estadios y el que los mira desde afuera. Una suspensión del torneo acarrearía consecuencias nefastas en esta fase, donde los clubes en la Sudamericana y la Tri en las eliminatorias andan en buen camino.