En vísperas de una jornada clave de las eliminatorias a la Copa del Mundo de Brasil 2014, y en medio del debate de si Ecuador merece estar en el ‘top ten’ de la FIFA, es oportuna la siguiente reflexión. Hace un par de años, cuando la Tricolor solo conseguía pactar cotejos amistosos con Honduras, Haití, Costa Rica y el eterno, lindo y querido México, un miembro del actual cuerpo técnico dijo que la razón para que nuestros ‘sparring’ fueran esos equipos se debía a… ¡la marca de la camiseta! Según él, como la Tricolor no era vestida por la marca del visto gringo o de las tres barras o del rombo doble o del felino, Ecuador no llamaba la atención a los empresarios que negociaban estos encuentros de preparación.
Este año, Ecuador ha sido una auténtica ‘vedette’. Ha jugado (Alemania, Portugal) o está por enfrentar (España, en agosto) a los equipos más prestigiosos, campeones del mundo y que son favoritos para levantar el trofeo en Brasil. Literalmente, han hecho fila para medirse con la Tricolor.
¿Por qué ha sucedido esto? Por supuesto, no tenía nada que ver la marca del uniforme, que sigue siendo la misma desde 1995. Eso se debe al estupendo rendimiento en las eliminatorias, que tienen a Ecuador sumamente cerca de la clasificación a su tercer mundial.
Las marcas, como las cábalas y las supersticiones, no hacen magia. No elevan el rendimiento. No vuelven al jugador inteligente y comprometido con la causa. No le otorgan responsabilidad. Al final, el prestigio se lo gana dentro de la cancha. Ese prestigio quedó algo herido con la lección que propinó Alemania, pero ahí está el reto: hay más partidos para defenderlo.