Juana Delgado recoge su cabello lacio negro azabache, que sobrepasa su cintura, antes de empezar a entrenarse en una de las canchas del complejo Alejandro Ponce Noboa. Le da varias vueltas sobre su cabeza hasta que desaparece formando un moño que se asemeja a una corona.
Ese ritual lo realiza siempre antes de entrar al campo de juego, ya sea para entrenarse o para pitar un partido de fútbol. Su cabello, así como su carrera arbitral, son sus “tesoros más valiosos”, reconoce. Por eso lo cuida con un tratamiento natural que ella misma prepara con aguacate, sábila, avena y miel de abejas.Juanita, como la llaman sus compañeros jueces de la Asociación de Árbitros del Guayas, se alista para empezar su último entrenamiento de la semana. Son las 16:30 del jueves pasado y el olor a césped recién cortado y húmedo se siente en el ambiente de una de las canchas alternas del estadio ubicado en el sector de Fertiza, en el sur de Guayaquil.
Lleva puesto, al igual que el resto del grupo, un uniforme azul y de su cuello cuelga un rosario hecho con semillas de distintos colores. En los bolsillos de su pantaloneta siempre están las tarjetas roja y amarilla y en su muñeca izquierda su reloj cronómetro. Utiliza esos implementos incluso para practicar. Son parte de su uniforme, dice.
Ha pasado una semana desde que la Comisión de Arbitraje de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) le comunicó que había sido escogida para pitar en la Copa América femenina, que empezará este jueves en Ecuador. La notificación llegó directamente desde la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol).
Su carrera ha pasado en el anonimato durante ocho años desde que logró graduarse de árbitro en la Asociación de Fútbol de Guayas. Era la única mujer entre los 50 alumnos, de los 70 que se habían inscrito, que al final lograron terminar el curso que dictó, en el 2002, Hernán Silva. Tenía 24 años de edad.
Santiago Vallejo, su instructor actual y que la conoció cuando buscaba ingresar al referato nacional, recuerda que Juana era una mujer que “no temía estar entre tantos hombres y que su temperamento la proyectaba hacia una carrera exitosa”.Pese a graduarse con las mejores notas, su carrera no salió del anonimato. Empezó pitando torneos de segunda categoría. Fue cuarta juez y asistente antes de ser central. Su cuñado Ricardo Domínguez, quien era árbitro en esa época y que la motivó para que se una a su gremio, le había advertido que así iba a ser el inicio de una carrera “llena de adrenalina, vértigo y responsabilidad”, como ella la define.
Pero su esfuerzo empezó a dar resultado en el 2007 cuando obtuvo su escarapela de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). De ahí su carrera empezó a ascender. Un año después de ese logro fue escogida para pitar en el Campeonato Sudamericano Femenino que se realizó en Brasil y el año pasado estuvo en este mismo torneo, pero en Colombia.
Su carrera sufrió una interrupción en el 2008. Estaba en la lista de las árbitros que iba a dirigir en la primera edición de la Copa Libertadores de América femenina, pero no pudo acudir debido a que se encontraba embarazada de su primer y único hijo. Tuvo que parar.
Estuvo sin actividad durante un año. Subió 26 libras, pero cuatro meses después del alumbramiento ya las había bajado con “dietas, mucho entrenamiento en la cancha y en el gimnasio”, recuerda.
Sus otras facetas la ayudaron también a recuperar su figura delgada y su masa muscular, la cual define con entrenamientos y ejercicios específicos tres días a la semana.
Es profesora de cultura física en el colegio Carlos Estarellas Avilés, en el Guasmo Norte. Entre las 12:00 y las 16:00 atiende a sus clientes en su gabinete de belleza ubicado en el mismo sector. Esa habilidad la desarrolló hace 12 años y la heredó de su padre Bosco Delgado.
Su retorno, después de su embarazo, fue premiado. Además de pitar partidos del zonal de asenso a la Serie B, empezó a dirigir cotejos de la Primera categoría y hoy pita partidos del torneo de reservas. Roberto Alman, árbitro del Guayas que pita en la Primera categoría, cuenta que Juana “es una persona exigente y proyecta mucho respeto en el campo de juego”.
Los insultos que a menudo escucha desde las gradas le ayudan a medir su desempeño en la cancha. Si la insultan es porque está pitando bien.
Su mamá siempre es parte de esos “halagos”, como los llama pero “deja que los perros ladren… Es señal de que vamos pasando”, dice citando al Quijote de la Mancha.