Ligia Moreira, capitana de la Selección femenina Sub 20, analiza los mitos sobre el fútbol de mujeres. Considera necesaria la creación de una Liga nacional.
La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) organiza desde hace 20 años el Campeonato Mundial Femenino. Pero esta disciplina aún no se consolida en Ecuador. ¿Por qué?
Por los rezagos machistas de nuestra sociedad, sin dudas. Los ecuatorianos, y en otros países también, aún se condena, tacha y agrede a la mujer que ha dejado de ser sumisa. Más aún a quienes han decidido, como yo y como el resto de mis compañeras, hacer del fútbol una carrera. El fútbol femenino en Ecuador no logra consolidarse como en otros países por la falta de un campeonato permanente y porque aún vivimos una sociedad machista y extremadamente conservadora.
¿Puede el fútbol femenino, en Ecuador, someterse a la dinámica mercantilista que caracteriza al masculino?
Esa es, considero, la principal preocupación de los dirigentes del país y de las grandes marcas que generalmente financian a los torneos y a los clubes. Ellos ven a esta disciplina como un negocio y en ese sentido el fútbol femenino no les resulta rentable.
Si no hay clubes y un torneo femenino, ¿dónde se forman entonces nuestras seleccionadas?
En la calle, prácticamente. En torneos barriales a los que nos llaman para reforzar a algún equipo. La informalidad marca la etapa de formación de toda futbolista en Ecuador.
¿Quiere decir que incluso les toca empezar a jugar en equipos conformados por hombres?
Así es. En mi caso empecé a jugar en el club Cristal Sport de la localidad Santa María, en Manabí. Luego, el entrenador de ese equipo me llevó a un selectivo para conformar la selección de la provincia de Los Ríos. Esa fue la vitrina para llegar a la Selección. Pero para los entrenadores es difícil conformar un equipo femenino.
¿Por qué lo es?
Porque Ecuador no tiene una liga permanente en la que se puedan observar constantemente a los talentos. Así que tienen, en ocasiones, que recorrer todo el país observando torneos barriales, provinciales y colegiales para armar su equipos.
¿Fue muy difícil enfrentar los cuestionamientos y prejuicios sociales que, imagino, le debe haber generado el hecho de jugar entre hombres?
El deseo de jugar fútbol me fortaleció mucho y creo que en el caso de mis compañeras ha ocurrido lo mismo. Me han dicho machona, marimacha y algunos insultos más que lo único que han hecho es reflejar que en nuestra sociedad el género femenino es aún vulnerable. Por más que las mujeres hayamos ganado espacios en el ámbito laboral, aún seguimos siendo abusadas, emocional, física y psicológicamente por los hombres.
¿Entonces coincide usted en que, de manera errada, el fútbol femenino es visto como algo exótico y no como un deporte igual que el masculino?
Definitivamente. En alguna ocasión alguien me dijo que nos iba a ver jugar porque a más de ver fútbol veía piernas. Eso me desconcertó y pregunté cómo se sentiría si nosotros diríamos lo mismo de los hombres. Me respondió que eso sí era ‘normal’ y socialmente aceptado.
Pero eso es machismo en su estado más puro…
Sin lugar a dudas. Eso mismo le respondí. En estos casos es mejor enfrentar al agresor. Quedarse callada es asentir los insultos y aceptar las agresiones. Eso me han enseñado las experiencias por las que he pasado.
¿Qué tipo de experiencia?
Como la que me ocurrió en mi casa con mis papás. Me prohibían jugar con los niños. Me decían que el fútbol era únicamente para varones. Pero nunca dejé que esos cuestionamientos atentaran contra lo que realmente me gusta y me hace sentir bien.
¿Y cómo logró el apoyo de su familia después de esos cuestionamientos?
El apoyo vino solo. Cuando ellos se dieron cuenta de que realmente disfrutaba jugar fútbol y que eso no significaba que fuera menos femenina, empezaron a respaldarme. Al principio no iban a verme jugar, pero después se convirtieron en mis hinchas.
¿Cómo cree que se debe terminar con ese mito que, erradamente, establece que las futbolistas son menos femeninas?
Demostrando que no es así. En la cancha y fuera de ella somos mujeres, damas como cualquier otra. El hecho de que no usemos aretes en el campo de juego no nos resta feminidad. Simplemente no los podemos utilizar para cuidar nuestra integridad física.
¿Cuál es el primer paso, y quiénes deben darlo, para que el fútbol femenino deje de ser condenado socialmente?
El primer paso lo deben dar los dirigentes. En manos de ellos está el desarrollo de esta disciplina. Ellos son los que deben tomar la decisión de crear la liga femenina de fútbol y buscar los recursos para sostenerlo. Ese es el anhelo de todas las futbolistas del país.
Pero ese es un anhelo de muchos años y algunas generaciones de futbolistas. ¿Qué han hecho ustedes para que esto sea una realidad y no solo un sueño?
No podemos hace mucho realmente. Sé que años atrás un grupo de seleccionadas mantuvo reuniones con directivos del fútbol ecuatoriano para la creación del campeonato nacional de fútbol femenino, pero no hubo ningún acuerdo. Creo que los directivos esperan algún título internacional.
HOJA DE VIDA
Ligia Elena Moreira
Nació en la localidad Santa María (Manabí). Tiene 19 años y es parte del proceso en las selecciones femeninas desde los 14 años.
Fue parte además del equipo del Deportivo Quito que disputó la Copa Libertadores Femenina en el 2010, en Brasil.